Capacidad de asombro

capacidadasombro

Por Arturo Cuevas

@elartuvis

Una de las cosas que mas disfruto en estas fechas es el momento de los regalos, la mañana del 25 de diciembre, correr al árbol a repartir los regalos, ¿Y quien no? Pero no me juzgues por materialista e interesado, lo disfruto por que en ése momento sin apenas notarlo se da uno de los milagros más hermosos que hay (al menos desde mi perspectiva) y es el momento justo cuando los pequeños intentan abrir una caja que tiene una tarjeta con su nombre.

Ésa caja que envuelta en papel a prueba de jalones y con cinta adhesiva de sobra representa para quien lo  recibe una ilusión, una promesa cumplida, una meta alcanzada, un recuerdo.

Si es niño o niña, sus ojos se iluminan y aparece una enorme sonrisa en su rostro, con alegría brinca y grita de felicidad, con desesperación intenta arrancar las tres capas de envoltura, el moño, el lazo y la cinta adhesiva.  Esa emoción contagiosa que hace que los papás corran por sus teléfonos y preparen torpemente su cámara fotográfica, y tomen una imagen "pa'l feis" (Facebook) sin disfrutar con sus propios ojos lo que esperan que llenen de "likes" en la red social.

Esa emoción que llena los ojos de los chiquillos de humedad, de felicidad y hace que broten lágrimas al tiempo que suceden risas incontrolables y nerviosas, esa confirmación de aceptación de su inocencia que abiertamente muestra su capacidad de sorprenderse.

A ése milagro me refiero, y aunque no es exclusivo de los regalos ni de estas fiestas, es ahora cuando se da en su máxima expresión, aún así quien no sonríe cuando logra obtener de un niño esa mirada de admiración y boca abierta (expresión de sorpresa) al sacar una moneda de su oreja, o cuando le explicas porque vuelan los aviones o le dices cuantos goles metiste tu de niño.

La emoción que muestra un niño, sin pudor, sin miedo, sin prejuicio sobre algo nuevo es recordatorio de quienes somos y nuestra capacidad de creer, su inocencia nos llena de frescura y nos hace soñar, reír y disfrutar con ellos un momento, como niños.

Porque cuando el adulto recibe su caja simplemente se permite una sonrisa a manera de cumplido (ni muy fingida, ni muy acartonada; vaya que parezca natural) desenvuelve el regalo cuidadosamente y a veces ni siquiera termina de abrirlo cuando agradece y dice en voz alta lo que es: "¡Mira, una corbata! Y justo del color que estaba buscando" abraza ceremoniosamente a quien se lo da y sale rápidamente de la escena (aunque por dentro este brincando como un chiquillo, ha perdido la capacidad de asombrarse).

... Sigo pensando que los mejores regalos no se compran, se hacen...

Disfruta y asómbrate como pequeño en navidad...