"Promoviendo la Participación Ciudadana"

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La calidad de la oposicion

La política está a prueba. Y con ello todos sus jugadores. El país tiene un nuevo gobierno y frente a sí,
una hoja en blanco. No porque se tenga que escribir la historia de nuevo. Nada empieza. Todo es continui-
dad de lo que somos. Entonces el papel de la política es corregir. Mejorar. Sacudir la inercia cómoda que
suele justificar lo que se ha dejado de hacer.
Los datos que nos definen se repiten como letanías. Pobreza, sub empleo, olvido, desigualdad. Pero también
ciudades que crecen: pasos a desnivel, grandes hoteles, centros comerciales, modernidad informática que se
expande sin importar clases.
El país se parte entre un segmento de clases medias semejantes a cualquier país desarrollado, y otro que da su
gran batalla por sobrevivir. Ambos conviven y se separan. Se enfrentan. Más bien: son enfrentados por el discurso de
la ruptura. Ese que da curules, presupuestos partidistas y finalmente poder.
No logramos salir del subdesarrollo político. Un país lejano a nuestros avances democráticos como Venezuela nos pone
la muestra: a unos minutos de concluidas las elecciones, el que pierde acepta su derrota aunque de sobra sabía que se
enfrentaba a la inequidad del aparato de Estado.
La calidad del gobierno depende de la calidad de la oposición, sugirió Isaiah Berlin. Y de la sociedad, añado. Porque finalmen-
te la política es un modo de organización social, donde gobiernos y legisladores son sólo una parte. Sí: los responsables públi-
cos porque son electos. Pero no los únicos.
La ciudadanía no debe quedarse sólo como una expresión discursiva. Es una responsabilidad grave. El ciudadano es quien debe
vigilar y exigir a sus gobernantes. Pero además, quien aporta lo que ellos son incapaces o se niegan a hacer. Las sociedades que
han entendido eso, son las que han alcanzado el desarrollo, esa palabra que sentimos chocante por lejana.
Oposición de calidad y calidad ciudadana, hacen posibles mejores gobiernos. Los gobiernos siempre son evaluados por sus actos,
¿por qué no evaluar el papel del ciudadano y las oposiciones?
En ningún país del mundo existen los paraísos políticos. Nadie puede ni ha podido nunca, gobernar con comodidad. No imaginemos que
en otras partes, las cosas sean más sencillas que aquí.
Los temas, los desencuentros, las críticas a los partidos y a sus políticos son más similares de lo que uno imagina. ¿Qué es lo que hace dife-
rente entonces a un país de otro? Simplemente sus acuerdos. La capacidad de coincidir en asuntos que pueden cambiar su destino. El ceder
para avanzar. El no impedir por impedir. El conceder que el de enfrente, miembro de otro partido, ciudadano, apolítico, con otras ideas, con otros intereses, con otra ideología, también es una persona con el derecho de concebir e imaginar el país que quiere.
Algo debimos haber aprendido en todos estos años con tantas elecciones. Ya es hora de que lo pongamos en práctica. El mundo no nos va a esperar a que lo entendamos