El policia

No me puedes detener. Soy una estrella del rock. John Lydon
Mientras grabo un programa de televisión en el centro histórico de la ciudad de México conozco a un mando medio de la Policía Auxiliar del Distrito Federal. Me manifiesta con énfasis el enojo que sienten él y muchos de sus compañeros ante el trato que han recibido de sus superiores, y de muchos medios de comunicación, por los hechos violentos del 1º de diciembre. Los policías, me dice, fueron llevados "con engaños" al centro de la ciudad el día de la toma de protesta. Nadie les dijo qué iban a hacer o cuánto tiempo iban a estar ahí. Muchos fueron trasladados a las seis de la mañana al terminar su servicio normal. Esto quiere decir que llevaban ya 24 horas de trabajo ininterrumpido. No habían dormido ni comido. No tenían instrucciones de lo que debían hacer. ¿Protocolos de actuación? "Los policías desconocen los protocolos, los mandos desconocen los protocolos." En total había en Reforma y en el centro histórico unos 3 mil elementos de distintos cuerpos policiales. En la calle peatonal de Madero se encontraban unos 300 policías auxiliares. Cuando los manifestantes encapuchados y armados con palos y bombas molotov empezaron los destrozos, los comandantes se tardaron media hora en reaccionar y ordenar la intervención de las fuerzas de seguridad. Pero los contingentes de policía no tenían una estrategia de operación conjunta. Los agentes no sabían qué hacer. El equipo que les dieron, no lo sabían utilizar. Cada uno hizo lo que se le ocurrió. "Hay tres reglas básicas para casos como éste –me dice el policía--. Ubicar, contener y neutralizar." Ubicar es identificar a los grupos que pueden ser problemáticos. No era difícil en esta ocasión porque los violentos venían vestidos de negro y con capuchas o pañoletas en el rostro. Además, cargaban tubos, piedras, petardos y bombas molotov. "Eran unos 100. ¿De qué sirve tener 3 mil cámaras si no los pueden ubicar?" me pregunta. "Una vez ubicados, hay que contenerlos. Se trata de concentrarlos en un solo lugar, en donde hagan menos daño. Lo siguiente es neutralizarlos. Ahí es cuando entran en acción las unidades especializadas." Pero cuando se dio la orden de intervenir era demasiado tarde. Los destrozos ya se habían realizado. Los violentos se habían dispersado y mezclado entre la multitud. Los policías, agotados por no dormir y no comer, tenían que actuar sin ninguna guía. Las jornadas de 24 por 24 son comunes entre los policías. Los agentes no pueden quedarse dormidos porque pierden el trabajo. "Tienen que estar de pie. No pueden descansar. No tienen lugar donde hacer sus necesidades. Cuando bien les va, les dan dos comidas. Ellos mismos pagan por sus uniformes y sus celulares, que son su forma de comunicación." Además, "ganan tres mil pesos a la quincena". Hoy estos policías tienen miedo. Ven que los jóvenes que detuvieron han sido liberados y ellos se han convertido en los villanos a perseguir. La Comisión de Derechos Humanos y la Procuraduría los están investigan do. "Si cumplo con la ley, a quien le van a fincar responsabilidad es a mí… ¿Y qué pasa con los derechos humanos de los policías?" Según este mando, hay dos agentes con quemaduras de segundo grado y otros dos con fracturas. "Pero nadie habla de ellos." "Vivimos en una 'aparentocracia' –me dice--. Aparentemente todo está bien, aparentemente todo se cumple." Pero en el fondo no hay capacidad ni preparación para enfrentar eventos como los del 1º de diciembre.