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La lección de Rocco...

Enrique Aranda (Excélsior)

Inmerso en la más grave crisis (de identidad e imagen) de su historia, o muy probablemente por ello, Acción Nacional invitó al italiano exparlamentario europeo Rocco Buttiglione, incuestionable promotor del humanismo político e incansable promotor de la democracia cristiana a nivel mundial, a dictar una conferencia magistral en el evento central, una reunión de anteriores y actuales consejeros nacionales, de los actos conmemorativos de su 75 aniversario fundacional.

A la luz de los resultados de su visita, tal selección no pudo ser mejor. Y no pudo serlo, en opinión de los más, porque su presencia y expresiones se dieron, coincidentemente, en momentos en que no pocos de sus liderazgos—Germán Martínez, Roberto Gil, Juan Molinar e, incluso, Gustavo Madero— promueven, cada quien a su modo y desde su tribuna, una suerte de “rediseño del perfil ideológico” (del partido) donde, para decirlo pronto, el humanismo (trascendente) característico del panismo ceda ante el empuje de una visión y una manera de hacer política mucho más liberal…

No por ello precisamente, pero sí de manera coincidente, es que entre el panismo de siempre, la cátedra de Buttiglione circula ya hoy de manera masiva. “Puso los puntos sobre las íes”, es la frase más común que acompaña la reproducción de la misma, particularmente las definiciones que el italiano ofreció sobre lo que es un (verdadero) partido humanista —“ve al hombre como un sujeto libre, creador de su propio destino; ve en el hombre a un sujeto comunitario, que nace en una comunidad (familiar) y tiene la vocación de crear comunidad…”— y su advertencia de que “una clase política corrupta y desprestigiada no tiene credibilidad para pedir (a la sociedad) los sacrificios necesarios para (avanzar en la construcción del bien común”.

O bien, cuando después de identificar a la corrupción, el estatismo, el desorden financiero mundial y el desafío de la desigualdad y la pobreza como los grandes retos para las democracias —“las occidentales… que están muriendo de escepticismo y corrupción”— urgió a construir partidos “no ideológicos, pero tampoco escépticos y sólo pragmáticos; partidos que tengan una visión superior de la política como servicio a la persona, a la nación y al bien común; partidos que sepan seleccionar una clase dirigente competente y honesta… que puedan pedir al pueblo sacrificio y esfuerzo, con la certeza de que los sacrificios no servirán para enriquecer a los políticos, sino para garantizar el futuro de los jóvenes y mejorar la vida de todos”.  

Y todo, advierte el texto que ahora circula profusamente, el panismo de a pie, porque un partido humanista no puede ser ni oportunista ni intransigente; debe hacer lo necesario para conseguir el bien común posible en este tiempo y contexto histórico. Por eso necesita claridad doctrinal, gran honestidad intelectual y moral, unidad interna y, además de todo ello, la ayuda del espíritu….

Sólo falta recordar aquello de que no hay peor sordo que aquel que no desea escuchar…