Los dilemas de Aristegui, dilemas de todos

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Jorge Zepeda Patterson (sinembargo.mx)

¿Qué tienen en común el nombramiento de Eduardo Medina Mora a la Suprema Corte y las presiones contra Carmen Aristegui para que renuncie a su espacio de radio en MVS? Que ambas obedecen a la necesidad que tiene el poder presidencial de neutralizar espacios incómodos y fuera de control. La inclusión de Medina Mora, un funcionario y empleado del ejecutivo, entre los ministros de la Corte que en teoría deberían hacer contrapeso al ejecutivo no hace sino confirmar esta estrategia de desmantelamiento de todo aquello que resista al poder central. Lo de Aristegui va en la misma dirección, sólo que peor. Los periodistas críticos nos hemos vuelto fiscales en este país al denunciar los excesos y malas prácticas de las autoridades porque los fiscales institucionales y el sistema de justicia, que deberían hacerlo, son en realidad cómplices subordinados al soberano. Al controlar a jueces y ministros eliminan el riesgo que suponen estos fiscales institucionales; al deshacerse de Carmen Aristegui quieren neutralizar a esos
otros fiscales no oficiales que en la práctica subsanan la ausencia de un sistema de justicia capaz de llamar al orden a los poderosos.

Hay muy pocas dudas de que MVS está decidida a presionar a su conductora para que esta renuncie; la empresa no desea cargar con el estigma de un despido. Pero la manera tan ruda en que la presionan no deja dudas sobre el propósito. Se podría decir que Carmen ofreció el pretexto que andaban buscando cuando a nombre del noticiero que conduce hizo una alianza de información con otros medios, sin consultar con la empresa. Fue un descuido de Aristegui, pero un descuido explicable. Tenía la aprobación de Los Vargas, principales accionistas de MVS, para utilizar los contenidos del noticiero en su propio portal Aristegui Noticias, y a la vez beneficiaba a la empresa al incorporar material de su programa de CNN al propio noticiero. Supongo que esos valores entendidos explicarían la omisión de Carmen.

Lo que está claro es que se trata de un pretexto menor, escalado para convertirlo en un pecado mortal. La reprimenda pública por parte de MVS fue desmesurada y burda, y como quedó claro que Aristegui no iba a renunciar después de eso, la empresa decidió atacar a la yugular: primero con el despido hostil y desaseado de los reporteros que investigaron las propiedades de Peña Nieto y después estableciendo nuevos lineamientos de producción editorial que prácticamente le quitan el control de su noticiero (contratación de columnistas y reporteros, temas de investigación periodística, etc.). Quitarle a Carmen Aristegui el espacio más escuchado de la radio (o dejarla allí, sin dientes ni uñas) será una enorme derrota para la democracia porque su noticiero se ha convertido en un verdadero foro de rendición de cuentas. Desde luego, no todo el público gusta de la periodista, pero todos se ven beneficiados del desvelamiento de las malas prácticas de los poderosos. Hay quienes critican lo extenso de sus coberturas que pueden llegar a ser cansinas (y en efecto, puede uno meterse a bañar y volver a salir y Carmen sigue con el mismo tema), pero no deja de ser una virtud frente al periodismo “entretenimiento” que se práctica en otros espacios, sin consideración hacia lo que es importante en aras de la “agilidad”. El periodismo dossier que favorece Aristegui es imprescindible para combatir la superficialidad que amenaza convertirnos en meros consumidores de novedades.

Otros afirman que hay un sesgo en sus coberturas debido a una agenda personal de la conductora en temas como Televisa. Yo simplemente diría que me parece admirable el esfuerzo que ella hace para mantener un periodismo profesional a pesar de los muchos ataques personales que recibe procedente de esos y otros frentes.

Al cierre de esta columna se desconoce la decisión que Carmen tomará. No lo tiene fácil. Renunciar equivale a conceder a MVS lo que desea: congraciarse con la presidencia ofreciendo la cabeza de la periodista incómoda. No renunciar supone prestarse a una mascarada: conducir un noticiero sin estar en control de sus contenidos. Por lo demás, es muy probable que los agravios de la empresa en contra de la periodista no pararán hasta conseguir su propósito. Desde luego cabe una tercera posibilidad; que la presión de la opinión pública eleve la factura de imagen a tal grado que conduzca a los Vargas a rectificar. Ya sucedió, hace cuatro años, cuando fue despedida por hacer alusión a los presuntos hábitos etílicos de Calderón, y la indignación de la gente obligó a la empresa a reinstalarla.

Pero francamente no veo las condiciones. El sistema en su conjunto se ha endurecido. Cientos de miles de firmas pidieron que no se instalara a Medina Mora en la Suprema Corte y resultaron infructuosas. Pudieron haber sido millones de firmas y habría dado lo mismo. Los que están en la cima han decidido dejar de escuchar. O para ponerlo en términos de la Plaza Tiananmen, de China, no es el momento de ponerse enfrente de los tanques, porque está claro que estos no van a detenerse.

ACTUALIZACIÓN: El texto publicado fue enviado antes de conocerse el despido definitivo de Carmen Aristegui por MVS, el domingo por la noche. No obstante, la explicación de las razones que están detrás de ese despido y sus consecuencias políticas siguen vigentes. De hecho, la decisión de MVS no hace sino confirmarlas. Es paradójico que el cacareado respeto a las fuerzas del mercado y a la competencia sea violado y distorsionado por el poder político. ¿Cómo explicar que una radiodifusora sacrifique a la conductora de mayor rating? Simple: este país no se rige por las leyes de mercado sino por los caprichos de los poderosos.

Artículo original en: http://www.sinembargo.mx