La Iglesia.

La agenda de comunicación de la semana ha sido impuesto por el Papa a nivel mundial. Primero por el anuncio de su renuncia, no esperado, pero tampoco fuera de lógica, por lo que llamarlo sorprendente pareciera un poco exagerado; pero después de ese anuncio ha seguido aprovechando su momento más mediático de los últimos ocho años, con excepción tal vez de el momento mismo de su nombramiento. Tres aspectos han destacado: su total determinación para no inmiscuirse en el proceso de sucesión, la llamada de atención a la Curia Romana para estar atentos a los ataques a la unidad de la Iglesia y las propias debilidades que se manifiestan en confrontaciones y la invitación hecha a los sacerdotes para entender el concilio, vivirlo y aplicarlo, evitando las falsas interpretaciones.
Como Pastor Supremo de la Iglesia, sin duda está aprovechando el momento para superar la mala prensa que suele haber en torno a todo lo que la Iglesia es y representa, mala prensa motivada por los fanatismos y el odio, pero también por la ignorancia y el miedo. En todo esto una frase resuena nuevamente con todo su poder y significado, una frase repetida incansablemente por Juan Pablo II y Benedicto XVI que emana del evangelio de Cristo, como todas las enseñanzas de la Iglesia: ¡No tengáis miedo!
Para los católicos en todo el mundo existen sentimientos encontrados, por una parte la gratitud para con quien ha dedicado toda su vida al estudio y predicación del evangelio y en los últimos años nos ha hablado del amor y la verdad con una profundidad y sencillez que nos reanima, y al mismo tiempo la incertidumbre de algo a lo que no estamos acostumbrados pero que deberíamos empezar a ver con mayor naturalidad por los enormes avances que hay en la expectativa de vida, y los posibles impedimentos que ello conlleve para futuros pontífices ancianos.