La familia bien vale la pena (1)

La Iglesia celebró la fiesta de la Sagrada Familia precisamente en estos días donde nos damos más tiempo para estar cada quien con la nuestra. Es interesante ver en las diferentes redes sociales fotos de familias reunidas en torno a la celebración de la Navidad aunque tal vez y algunos pocos celebren verdaderamente el nacimiento de Jesús, sin menospreciar el verdadero motivo que es una alegría disfrutar la felicidad en los rostros. El hecho de reunirnos nos permite disfrutar de modo especial la intimidad familiar y nos impulsa a brindar calor humano y solidaridad a los que están lejos de sus familias por motivos de trabajo o de placer o bien en otras situaciones en las que falta en sus familias paz y la armonía y se encuentran solos. Hemos escuchado mucho sobre los problemas familiares, divorcios, pleitos por dinero en la mayoría de los casos y malos entendidos por falta de diálogo. Según la carta a los derechos de la familia de 1983 la familia constituye, más que una unidad jurídica, social y económica, una comunidad de amor y de solidaridad, insustituible para la enseñanza y transmisión de los valores culturales, éticos, sociales, espirituales y religiosos, esenciales para el desarrollo y bienestar de sus propios miembros y de la sociedad. Es el lugar donde se encuentran diferentes generaciones y donde se ayudan mutuamente a crecer en sabiduría humana y a armonizar los derechos individuales con las demás exigencias de la vida social y en la familia y la sociedad, vinculadas mutuamente por lazos vitales y orgánicos, tienen una función complementaria en la defensa y promoción del bien de la humanidad y de cada persona. (Busque aquí, mañana, la conclusión de este artículo)