Acabando con la política

Aarón Sánchez (El Debate)

La democracia es un factor que permite proyectar adecuadamente el desarrollo de una región. Ya es tiempo de comprenderlo. Si se carece de ella, todo esfuerzo colectivo para estimular un mayor dinamismo social y productivo resulta inútil. Difícilmente se logran superar rezagos sociales y tampoco se puede mejorar la calidad de vida de la población, si a la democracia se le adjudica un papel secundario.

La democracia vende. Es requisito indispensable para impulsar el desarrollo económico y social. Por eso debe estar en todas las decisiones políticas y en las acciones cotidianas que se ejecutan desde las instituciones públicas. Muchos de los problemas que ahora existen, son consecuencia de haber relegado a la democracia. No es percibido qué es lo que otorga legitimidad política a quienes ejercen el poder y representan a la población.

Quienes hoy participan en política, ya sea como aspirantes a un cargo de elección popular, como dirigentes de partido o funcionarios públicos, o simplemente como ciudadanos, deberían proponerse dar mayor atención al desarrollo de la democracia. Esta se ha erosionado fuertemente, y este hecho es una amenaza a todo intento por mejorar lo económico y lo social.

Ahora existe una crisis de legitimidad política que a nadie conviene. Crisis que no se quiere admitir, pero cada día está presente. Los dirigentes de los partidos políticos, tan sólo representan a pequeños grupos que les sostienen en el poder. Algo similar sucede con quienes integran las instancias legislativas, ya no representan el interés de la sociedad. El gobierno frecuentemente avanza también en sentido opuesto a lo que pide la ciudadanía.

¿Cómo explicar que la sociedad exija detener el incremento en el precio de los combustibles, y el gobierno continúe incrementándolos? ¿Por qué los agricultores no pueden vender sus cosechas a precio justo y se prefiere importar grandes volúmenes de productos agrícolas? ¿Por qué las leyes no son iguales para todos? ¿Cómo es posible que los órganos legislativos voten una ley y días después vuelvan a votar su derogación? ¿A quién se consulta para la toma de decisiones que afectan a todos? ¿Dónde está la democracia que todos pregonan?

Es evidente que la democracia ahora existente, no genera los frutos que de ella se esperan. Hay un marcado déficit de ella. Ciudadanos y políticos parecen tener intereses, no sólo opuestos, sino hasta contradictorios. Se desprecia la opinión y las demandas ciudadanas. Predominan comportamientos ajenos a lo que la sociedad necesita. Es por ello que los procesos electorales ya no legitiman a nadie, y esto debe preocupar a todos.

Los protagonistas de la vida política deben dialogar, tienen que darse cuenta que una democracia debilitada impide el desarrollo económico y social. Y esto, a su vez, reduce significativamente las posibilidades de hacer política. Por eso, los políticos de hoy, están acabando con la política.