Anaya se vio en la Ibero con rumbo seguro

anaya-iberoColumna Geopolítica del 6 de junio de 2018

Por Jorge Miguel Ramírez Pérez

Es muy motivador ver que un político lo es en verdad. Porque muchos de los que la gente identifica como políticos, han sido burócratas que por medio del escalafón han ido ascendiendo, demostrando lealtad al jefe como único o principal atributo, es el caso de Meade, o de plano como Obrador, que viene de las lides callejeras donde manda lo anarquizante y el catecismo es la ocurrencia.

Tal vez por ello, ambos se saben inseguros y mejor se han negado al escenario que la Universidad Iberoamericana dispone para conocer e interrogar a los candidatos.

Aparte de que es un auditorio exigente e imprevisible, no es menor que sea un periodista inquisitivo, como Jorge Ramos, el que dirige los flechazos con su instinto provocador, los arroja contra los políticos o los que dicen serlo.

Hasta Trump tuvo que poner de patitas en la calle al comunicador, porque por lo menos no le gustó su estilo. De hecho es agresivo, como fue con Anaya, en el cierre de su participación.

El manejo didáctico con ejemplos digeribles, claros y contundentes fue el método de Ricardo Anaya. No se equivocó ni en la dicción. Corrigió una palabra con la facilidad que dan las tablas a una persona preparada, enemigo de la improvisación.

Los que no lo vieron así deben tener traumas o pueden estar enceguecidos en la idolatría a falsos mesías.

Porque el candidato de Por México al Frente explicó bien las directrices necesarias en el combate a la corrupción, a la impunidad; la forma de escalar la economía; de resolver la inseguridad y el tema de la educación, como estrategia central del proceso que le hace falta a México; un proceso que eleve la calidad de las personas en formación, trato y expectativas con piso, no en el aire de la lírica.

Lo que yo pueda anotar, no describe lo que se puede ver en el video. Por favor échele un vistazo.

El Ricardo Anaya de ayer se vio cuajado, fue certero, pero cauto en la crítica a los demás; fijó posturas y definió, sin medias tintas, todo lo que le pidieron los jóvenes; e, incluso, las preguntas forzadas de Ramos, que se mostró empecinado en evidenciarlo como contradictorio. No lo logró. Porque con datos y fechas, Anaya reiteró las mismas posturas que ha tenido. No fue un juego de aproximaciones sino de precisiones.

No me gustó lo de imaginar una boda gay de un hijo de Anaya, algo que Jorge Ramos y el periodismo estridente creen que es innovador para explotar como nota de color. Me parece que entrar en el tema de las suposiciones insulsas les resta seriedad a los comunicadores que se escudan en lo privado, cuando lo público es el tema. Porque se les puede preguntar eso y más, a los veletas, a los que no tienen principios.

Los hijos no son hijos por lo que hacen, sino porque nos guste o no lo que hacen, en ese tema u otro cualquiera, jamás dejarán de ser nuestros hijos.

Así trató Ramos de que Anaya se pronunciara contra las abortistas, pero no lo hizo, dijo que está a favor de la ley, la vida y sus consecuencias. Se vio mal Ramos, le echó la caballería. No pudo.

Una joven le cuestionó a Anaya con lo de un posible enjuiciamiento a Peña, y aprovechó Ramos después para subrayarle, lo resolvió bien el panista.

Porque aunque no le guste al Presidente, los errores cometidos allí están. Sus asesores y sus empleados, los gobernadores que impulsó, no lo cuidaron y el no cortó por lo sano. No puede seguir haciéndose el ofendido por sus desidias.

Con todo, mi opinión es que Anaya es hombre de leyes y lo que resultara del asunto de Peña sería sin insidia, mucho menor que caer en manos de las hordas obradoristas. Pero cada quien teje -decían antes- la cuerda con la que se va a ahorcar.

Luego vienen las lamentaciones, porque si Peña cree que Obrador se la va perdonar, se equivoca, no es un tipo agradecido. Al tabasqueño le pesa más que estuvo banqueando este sexenio sin la silla, que el partido que le regaló Peña.