El día de ayer, en Rio de Janeiro, se inauguró el Congreso de la Fifa, un evento en el que participaron 209 presidentes de las Federaciones Nacionales de todo el mundo y en el que es tradicional que el Jefe de Estado anfitrión se dirija a los congresistas; pero en Brasil no fue así, la presidenta Dilma Rousseff no llegó al evento y en su lugar el Ministro de Deportes de Brasil tomó la palabra. El día de mañana, jueves 12, se espera que la presidenta asista al encuentro inaugural entre Brasil y Croacia, pero debido a las críticas de Fifa por el incumplimiento en la adecuación de los estadios, el descontento de la población y la experiencia de hace un año cuando en la Copa Confederaciones se llevó solemne abucheo, es probable que la también candidata a la reelección no se presente.
La Copa del Mundo se ha convertido en un posible problema para Rousseff, cuyos índices de aprobación han caído antes de las elecciones de octubre. Proyectos sin terminar, congestiones de tránsito y acusaciones de malversación de fondos públicos han dañado su imagen, dicen los expertos, mientras que el Mundial no le da muchas oportunidades para brillar.
En Brasil crece la frustración por el Mundial. Los enormes gastos para preparar las ciudades sedes, mientras las escuelas y hospitales carecen de fondos, han empañado el ánimo de muchos hacia el Mundial y la FIFA, la cual ha sido acusada de todo, desde expulsar a los vendedores locales de los estadios y presionar a Brasil para que autorizara la venta de alcohol en los partidos, hasta bloquear la venta de los boletos con descuento para estudiantes y ancianos.
En medio de todo esto, el padrino político de la presidenta, Luiz Inacio Lula da Silva, asegura que la nación carioca no retrocederá y rechazó los señalamientos que se han hecho a los gastos del gobierno por el Mundial de futbol por la precaria situación económica que vive actualmente el país.
Lo cierto es que el descontento acompaña a los mundiales de fútbol desde hace décadas, en el ’86, la oposición mexicana aprovechó el escaparate del mundial para denunciar la corrupción de un gobierno que apenas un año antes había sido incapaz de enfrentar los estragos del terremoto en la Ciudad de México, enorme rechifla se llevó el presidente Miguel de la Madrid en el partido inaugural, quizá por ello evitó hablar en la clausura. Ahora le toca a Dilma Rousseff, quien tiene que afrontar el compromiso hecho por su predecesor y para el cual éste no tomó ninguna previsión económica, antes bien permitió los casos de corrupción conocidos como mensalão y por los cuales muchos servidores públicos de Brasil han pisado al menos los juzgados, pero la sociedad no está tranquila ¿qué veremos los próximos días además de fútbol?