El fin de las utopías mexicanas

Columna del 19 de enero de 2022

El fin de las utopías mexicanas. Una lección de Maquiavelo

Jorge Miguel Ramírez Pérez jmramirez5

 

Una de las cosas que se le aprende a Nicolás Maquiavelo es su idea práctica de la voluntad ajena en política. El florentino decía que era importante que el pueblo amara a su soberano, porque la emoción positiva del desprendimiento de los ciudadanos hacia quien los regía, le originaban obediencia, lo enaltecían y le acompañaban en las decisiones siempre enmarcadas en la consideración que la gente las apoyaba como elemento de afecto, mas que una política que les resultara aceptable. Era lo ideal, decía.

El problema radica en la naturaleza del afecto de los demás, porque en gran medida ese amor al gobernante, estaba atado a cuestiones subjetivas, que calificaban un prestigio sostenido o la imagen que produjo originalmente el sentimiento, a veces clara y a veces incierta, pero sobre todo volátil. Mas que todo, era algo que no le pertenecía al gobernante, algo que le era ajeno, una voluntad que el gobernante no poseía y que le era indispensable para ser obedecido. He allí el problema.

Porque un gobierno que no es obedecido no es gobierno. Punto.

Para el autor de "El Príncipe", solo había dos formas: obedecían al gobernante por el amor profesado o le obedecían por miedo.

Reflexionaba el antiguo canciller de Florencia, que esa diferencia se solucionaba entendiendo que el gobernante no podía producir amor a su persona o por lo menos no lo podía conservar indefinidamente, y en cambio si estaba en su voluntad plena producir y reproducir el miedo.

Insistir en retener el amor ajeno siempre ha sido una experiencia incierta. En política la gente deja de amar a un partido favorito, a líderes que no cumplieron con las expectativas que la propaganda pregonaba, y se produce el vacío a sus órdenes o consignas.

Luego de dejar de amar, la gente empieza a odiar para después despreciar, para finalizar con desdén, o indiferencia.

Por eso una vez perdido el apego al PRI o al PAN, ha sido enormemente difícil recuperar lo perdido; y como no causan temor, se quedan ahí, sin ser obedecidos, nadie los toma en serio. Existen, pero no viven la pasión del juego de poder, son inservibles hasta para ellos mismos.

Por eso el planteamiento de Maquiavelo es una fórmula sin actualizaciones automáticas, de hecho, el argumento del amor de los súbditos, literalmente solo lo conserva la realeza como los Windsor, que se plantean diariamente sin cuentan con ese favor afectivo de su pueblo. Perderlo les aterra.

Pero los líderes de las democracias apresuradas, adoptan el modelo, no analizan las realidades, sencillamente, se obsesionan con recibir cariño de su pueblo, les hablan hermoso, les dicen gente buena y sabia, y otras lindezas para manipularlos, "les compran dulces", les anuncian dádivas y les reiteran que los anteriores eran muy malos, y se quedaban con lo de ellos.

Y lo creen, lo siguen creyendo, hasta que se desmorona el reparto y crece la inflación, ya pronto.

La caída del amor es en cascada, empiezan pocos a rebelarse al engaño, luego muchos se muestran lejanos al viejo liderazgo; para terminar, aborreciéndolo.

El amor estaba ligado indisolublemente a un mundo feliz, a una utopía que cada quien le daba forma en su mente; y cuando la utopía se vuelve repetitiva e insolente, se cae.

Las utopías como todo lo que pertenece a la imaginación sin piso, tienen esa función de restituir amores perdidos, objetos abandonados, personas distanciadas, sustituir planes por otros mas fantasiosos. Y la debacle empieza cuando se apaga el sentimiento.

Entra en acción el miedo...