La imaginación de la gente va creando la cultura popular de cada ciudad con sus propias leyendas urbanas o mitos que, independientemente de su veracidad, empiezan a formar parte de la identidad de la comunidad, la mayoría de las veces resultan ser sólo fantasía, pero hay quienes sostienen que hay elementos de veracidad en ellos.
Algunas leyendas son poco conocidas, pero quienes han vivido toda su vida en Culiacán seguramente conocen las historias de fantasmas del ayuntamiento y los túneles bajo el centro histórico, la leyenda de la novia de Culiacán o la Historia de Panchito, el conserje del zoológico:
LOS FANTASMAS DEL AYUNTAMIENTO Y LOS TÚNELES DEL CENTRO HISTÓRICO
Cuentan las personas encargadas de vigilar por la noche que a veces se presentan fenómenos inexplicables como ruidos extraños, se apagan y prenden luces y hasta han visto una mujer con vestimenta antigua limpiando por la planta alta. El hoy Ayuntamiento de Culiacán fue en sus orígenes un Seminario Jesuita, pero posteriormente se transformó en hospital y muchas personas pasaron sus últimos momentos ahí, por ello hay quien sostiene que sus espíritus en pena aún regresan buscando el consuelo y la paz que no alcanzaron en vida.
Por otra parte, muchas personas sostienen que ls túneles del Centro son una construcción antigua que tenían los españoles para huír en caso de ataque y esconder sus posesiones, que son tan grandes que cabe un carro dentro de ellos, y que en ocasiones hasta se escucha el trauqeteo de una carreta bajo la ciudad. Nadie los ha visto, pero todos tienen parientes que han encontrado algún acceso, aunque por un motivo u otro vuelven a taparlo sin mostrar evidencias.
LEYENDA DEL PARQUE CONSTITUCIÓN Y ZOOLÓGICO DE CULIACÁN
Resulta que había un conserje llamado Don Panchito, que apreciaba mucho a los animales del zoológico, especialmente a un mono que acababa de nacer. Todos los días le llevaba su alimento y le hacía muchos gestos demostrándole su aprecio. Lo abrazaba, le decía que lo quería mucho, lo trataba como a un niño.
El tiempo pasó, obviamente el mono ya había crecido, y el señor se encontraba enfermo ya por su edad, pero aun así lo visitaba a diario. Cuando se iba el conserje a su casa el monito se ponía muy triste. Un día el señor no regresó, y el monito no quería comer. Todos estaban preocupados y tuvieron que alimentarlo como pudieron.
Don Panchito murió víctima de un paro cardiaco. Dicen que el monito por las noches lloraba, como que había presentido la muerte de su amigo. Una noche de esas, el velador cuenta que vio por la luz de la luna, una figura de un señor que se acercó a la jaula del monito y se introdujo a ella, quien sabe cómo, y comenzó a arrullar a éste, a acariciarlo y hablarle.
El velador, quien no sabía que el conserje había muerto, bromeó con el Panchito y le dijo: ¡oye! por qué no te lo llevas a tu casa, mira que venir tan noche- y se retiró.
A la mañana siguiente, en la jaula aparecieron varios plátanos junto al monito, los encargados de alimentar a los animales bromearon con el velador diciendo: Mira, ya estás como el conserje, parece que nada más quieres a los changuitos!-. Fue Don Panchito que vino anoche, les ha de haber dejado esos platanitos. – Sí te vamos a creer!- respondieron, a la vez que sonreían burlonamente. El conserje murió la semana pasada, ¿a poco no sabías?.
El velador, con un gesto desencajado había comprendido la situación por la que había pasado: el amor hacia los animales, y especialmente, lo que es la amistad verdadera.
LA NOVIA DE CULIACAN
Jesú, Lupita y Ernesto eran amigos desde la infancia, cuando ella tenía veinte años, hermosa, con toda una vida por delante, se enamoró perdidamente de Jesús y él también de ella. Pero Ernesto, quien toda su vida la había amado, sufrió mucho por ello.
Guadalupe Leyva Flores se llamaba pero le decían Lupita de cariño. Aquel día, Jesús le pidió matrimonio. Ella encantada aceptó. Todo estaba perfecto, la felicidad no podía ser mayor.
Ernesto no se enteró hasta que Jesús le pidió de favor que fuera su padrino de bodas. Éste, con la furia en la sangre fue a la casa de Lupita a reclamar, porque él sentía un amor muy grande por ella, desde que eran niños. Lupita, tiernamente, explicándole las cosas amablemente le dijo que ella lo quería como un hermano, que amaba a Jesús y que por favor lo entendiera.
Llegó el día de la boda, en la ciudad de Culiacán. La catedral lucía espléndida y Jesús fue el primero en llegar y esperaba con ansias a su hermosa novia. Su padrino lo acompañaba en aquel momento.
Cuando la vio llegar, sus ojos se le iluminaron, era tanta la felicidad que sentía que nada que pudiera pasar se la quitaría. La abrazó, le dio un beso en la frente.
Ernesto no podía soportar aquello, era como si se estuvieran burlando en frente de él. Ofuscado por los celos, sacó una pistola y le dio un balazo en la cabeza a Jesús. Todos estaban espantados, Lupita no lo podía creer, de hecho nunca lo creyó, lloró sobre su cuerpo, mientras que Ernesto se daba un tiro también cayendo muerto al instante.
Pasaron los días, los meses, los años, Lupita jamás se quitó el vestido de novia, incluso se le veía hablar sola, ida, ilusionada, muchos dicen que veía a su novio muerto. Durante más de treinta años se le vio pasear por las calles de la ciudad, con su vestido desgarrado de novia, hasta que un día murió.
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