La FIFA y el Comité Organizador de la Copa del Mundo Brasil 2014, tendrán que resolver el enorme problema en que se han convertido las manifestaciones multitudinarias que reclaman y seguirán reclamando el “excesivo” gasto para que el evento futbolístico más importante luzca y luzca.
Si el gobierno que encabeza la señora Dilma Rousseff no se pone a negociar con los grupos inconformes, el Mundial estaría en serio riesgo de realizarse. Y estoy seguro, aunque digan lo contrario, que la FIFA y su presidente Joseph Blatter le han puesto un ultimátum.
Con los criterios que imperan en la FIFA, esta organización debe estar construyendo un escenario alterno que, a juicio de expertos, apuntaría a Estados Unidos como sede emergente. Este país cuenta con infraestructura de sobra perfecta para desarrollar un evento de estas características en unas cuantas semanas.
Así que aunque Blatter y sus principales colaboradores insistan en que la sede de Brasil no está en riesgo, no hagan mucho caso de esto. Al final imperará el pragmatismo sobre el compromiso
Lo que sucedió ayer en Belo Horizonte, en las horas previas al partido de semifinales entre Brasil y Uruguay, ha puesto en alerta seriamente no solo a los jerarcas de la FIFA, sino a todos los que están involucrados en la organización del próximo Mundial, a llevarse a cabo a partir del 12 de junio del año que entra.
La policía de esta ciudad brasileña se declaró incompetente para frenar la amenaza de grupos de manifestantes que advirtieron que no permitirían la llegada al estadio de los equipos. Se tuvo que montar un dispositivo extraordinario, en la utilización de recursos humanos y financieros, para impedir que esto sucediera.
Nadie toleraría esta amenaza sobre un calendario de 64 partidos, que es lo que compone una Copa del Mundo. Así que esto es más serio de lo que se creía.