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Sigue la pesadilla

panamamex44PASADENA (Excélsior).- La selección mexicana  sin coordinación entre sus líneas y con pocas variantes al frente arrancó de pésima forma la Copa Oro tras perder con Panamá 1-2.

Abatido, el director técnico Chepo de la Torre fue despedido entre reclamos, envases de plástico y empapado por el agua que le cayó de la tribuna tras una pobre presentación del combinado mexicano que no logra levantar cabeza en ningún torneo donde se presenta.

Culpable y víctima de las circunstancias que el cuerpo técnico ha creado, el Tricolor fue una pesadilla en el campo del Rose Bowl de Pasadena, California, con un futbol lento, pesado, sin sensatez con la pelota y que sucumbió con facilidad ante una caótica selección panameña. La pesadilla del hexagonal se repitió en la cancha californiana. Otra selección, mismo juego. 

Pocas veces se movieron las dos líneas de los centroamericanos de medio campo para atrás, pero cuando desplegaron  banderas, exhibieron a los jugadores mexicanos.

Los goles de Gabriel Torres dignificaron una seria participación en el juego de Panamá, a pesar de que aún muestra ingenuidades y recurrió a todo tipo de actuaciones para ganar tiempo con sus elementos, pidiendo asistencia médica.

El colofón, sin embargo, no es culpa de los panameños, que desde el inicio intrigaron las colapsadas líneas mexicanas.

De esa forma, enredados en las órdenes que recibieron, el delantero Raúl Jiménez, sin nociones para robar un balón en su propia área, terminó por faulear a Quintero y producir el penal que abrió el marcador.

Panamá, equipo endeble, que navega bajo en el hexagonal de la Concacaf, es de todas maneras un equipo solidario y obediente. Al primer grito están al pendiente y sus jugadores se aferraron, aunque sin talento, a una estrategia que les dio un triunfo histórico porque por vez primera vencen a México en  un torneo oficial.

Inducido a introducir ajustes en su planteamiento inicial, De la Torre y su cuerpo técnico probaron con jugadores como Efraín Velarde por la lateral izquierda o Alejandro Castro en la contención. Ambos terminaron por ceder su sitio en el segundo tiempo.

Empero, la combinación de futbolistas tampoco funcionó cuando la desesperación cundía, puesto que la entrada de Isaac Brizuela y Carlos Peña sólo causo más resentimiento entre la afición por lo poco que ofrecieron.

El nulo trabajo quedó demostrado con lo poco que luchaba Panamá. El gol para los centroamericanos fue la fanfarria para recorrerse hacía atrás y ceder iniciativa. Sin embargo, cuando atacaban eran luminosos y alcanzaban disparos francos al arco de Jonathan Orozco. 

Sin muchas variaciones al frente, México se acercó un par de veces a la portería panameña hasta que, cerca del entretiempo, un pase de Israel Jiménez culminó con una buena anotación de Marco Fabián; de cualquier forma, el sinsabor del estilo mexicano, permeaba en el Rose Bowl.

El segundo tiempo fue voraz con el Tricolor. Panamá anotó de nuevo muy rápido, otra vez por conducto de Torres, y las grietas se comenzaron a ver en todas partes. México, lejos de mejorar y encomiarse a su talento, se volvió pequeño, tímido y ratonero. Es un equipo sin fundamentos ni alma.

La selección mexicana  sin coordinación entre sus líneas y con pocas variantes al frente arrancó de pésima forma la Copa Oro tras perder con Panamá 1-2.

Abatido, el director técnico Chepo de la Torre fue despedido entre reclamos, envases de plástico y empapado por el agua que le cayó de la tribuna tras una pobre presentación del combinado mexicano que no logra levantar cabeza en ningún torneo donde se presenta.

Culpable y víctima de las circunstancias que el cuerpo técnico ha creado, el Tricolor fue una pesadilla en el campo del Rose Bowl de Pasadena, California, con un futbol lento, pesado, sin sensatez con la pelota y que sucumbió con facilidad ante una caótica selección panameña. La pesadilla del hexagonal se repitió en la cancha californiana. Otra selección, mismo juego. 

Pocas veces se movieron las dos líneas de los centroamericanos de medio campo para atrás, pero cuando desplegaron  banderas, exhibieron a los jugadores mexicanos.

Los goles de Gabriel Torres dignificaron una seria participación en el juego de Panamá, a pesar de que aún muestra ingenuidades y recurrió a todo tipo de actuaciones para ganar tiempo con sus elementos, pidiendo asistencia médica.

El colofón, sin embargo, no es culpa de los panameños, que desde el inicio intrigaron las colapsadas líneas mexicanas.

De esa forma, enredados en las órdenes que recibieron, el delantero Raúl Jiménez, sin nociones para robar un balón en su propia área, terminó por faulear a Quintero y producir el penal que abrió el marcador.

Panamá, equipo endeble, que navega bajo en el hexagonal de la Concacaf, es de todas maneras un equipo solidario y obediente. Al primer grito están al pendiente y sus jugadores se aferraron, aunque sin talento, a una estrategia que les dio un triunfo histórico porque por vez primera vencen a México en  un torneo oficial.

Inducido a introducir ajustes en su planteamiento inicial, De la Torre y su cuerpo técnico probaron con jugadores como Efraín Velarde por la lateral izquierda o Alejandro Castro en la contención. Ambos terminaron por ceder su sitio en el segundo tiempo.

Empero, la combinación de futbolistas tampoco funcionó cuando la desesperación cundía, puesto que la entrada de Isaac Brizuela y Carlos Peña sólo causo más resentimiento entre la afición por lo poco que ofrecieron.

El nulo trabajo quedó demostrado con lo poco que luchaba Panamá. El gol para los centroamericanos fue la fanfarria para recorrerse hacía atrás y ceder iniciativa. Sin embargo, cuando atacaban eran luminosos y alcanzaban disparos francos al arco de Jonathan Orozco. 

Sin muchas variaciones al frente, México se acercó un par de veces a la portería panameña hasta que, cerca del entretiempo, un pase de Israel Jiménez culminó con una buena anotación de Marco Fabián; de cualquier forma, el sinsabor del estilo mexicano, permeaba en el Rose Bowl.

El segundo tiempo fue voraz con el Tricolor. Panamá anotó de nuevo muy rápido, otra vez por conducto de Torres, y las grietas se comenzaron a ver en todas partes. México, lejos de mejorar y encomiarse a su talento, se volvió pequeño, tímido y ratonero. Es un equipo sin fundamentos ni alma.