(EL PAÍS/Alicia González) La crisis de refugiados ha abierto una crisis mucho más profunda de lo que pudiera parecer en el seno de la UE. Tanto como para ser "la mayor amenaza de ruptura" de la Unión, en palabras del primer ministro francés, Manuel Valls. Su homólogo holandés ratificó este jueves la urgencia del desafío y fijó un plazo de "seis u ocho semanas" como límite para encontrar una solución al flujo de refugiados y salvar Schengen. "El proyecto europeo podría morir, no en décadas o en años sino muy rápido si somos incapaces de responder a los desafíos de seguridad", alertó Valls.
"No podemos aceptar a todos los refugiados que lleguen a la Unión, que quede claro, porque nos desestabilizarían como países", admitió Valls en un desayuno con un pequeño grupo de periodistas en el marco del Foro Económico Mundial (WEF, por sus siglas en inglés). El dirigente francés se situaba así del lado de quienes defienden limitar la llegada de inmigrantes a la Unión, como ha planteado esta misma semana Austria, enfrentados a la posición defendida por la canciller alemana, Angela Merkel, de acoger a los refugiados que huyen de zonas de conflicto y solicitan asilo político.
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