(EL DEBATE) Para nadie es un secreto que el crecimiento económico que ha tenido Sinaloa ha sido insuficiente para generar los empleos que la gente necesita para desarrollarse de manera óptima. Este es un problema que afecta a todo el territorio sinaloense, pero que se agrava en los municipios más marginados de la entidad.
Y en este ambiente de crecimiento limitado que afecta a las empresas, lo que florece son otras actividades, como la economía informal.
De acuerdo con cifras de la Secretaría del Trabajo y Previsión Social (STPS), la tasa de informalidad laboral ronda el 48 por ciento de la población ocupada en Sinaloa.
Tales niveles de informalidad son un reflejo de que la economía no anda bien, pero hay más factores. Uno de ellos es el componente de ruralidad de muchas de nuestras regiones. Por ejemplo, mientras en municipios como Ahome, Culiacán o Mazatlán la informalidad está en niveles del 40, 30 o 36 por ciento, respectivamente, en otros como Badiraguato superan el 76 por ciento. Casos similares son Choix (69.2), San Ignacio (68.2), Elota (68.1), Concordia (65.2) o Mocorito (67.8).
Más desigualdad. Uno de los tantos efectos nocivos que tiene la informalidad es para los trabajadores. Sólo 52 por ciento del personal ocupado de Sinaloa está registrado ante el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS).