Columna del 3 de diciembre del 2018
Un discurso y un baño de agua helada
Jorge Miguel Ramírez Pérez
Primero le dio un breve pero inusitado agradecimiento, como cuando alguien le dice a otro "respetuosamente", pero acto seguido le lanza una mentada. Así le sucedió a Enrique Peña Nieto, que fue el negro de la escena, o si usted quiere, el blanco de los ataques que le propinó López Obrador, por cierto ganados a pulso. Peña no solo se llevó la reprobación moral propia, sino cargó la de sus antecesores de pasada, a quienes el recién abanderado señaló como operadores de una democracia falsa.
López Obrador habló al principio sobre el retroceso económico del país con base en números. Se refirió al crecimiento lento desde los sesentas. El diagnóstico de los errores de mala leche, fue lo mejor que se le ha escuchado: claro y secuencial; independientemente que todo lo englobó en el llevado y traído "neoliberalismo", al que le achacó los males de México de los últimos 36 años, incluyendo la corrupción como si hubiera surgido en esa época, la que señaló, como el mayor escollo para que las cosas mejoren.
En esa parte muchos coincidimos sobre todo porque es inconcebible que con los ingresos que se tuvieron por el petróleo y la bonanza financiera derivada, en especial durante la primera década del milenio actual, de todas maneras se haya endeudado al país y no se hubiera podido avanzar en coberturas reales de salud, educación de calidad o infraestructura; en cambio, si hubo un franco desplome en el tema de la seguridad.
Ese análisis sin embargo no fue imparcial, Se omitió que el desmantelamiento del PRI como un todo, fue muy costoso hasta la fecha se carga y que las reformas para impulsar al país al desarrollo agarraron los pésimos atajos de hacer un capitalismo solo para los cuates. Error grave.
Se idealizó el desarrollo estabilizador que tuvo la ventaja de ser un proyecto cobijado bajo la guerra fría.; porque el presidente de México no dijo que cuando el país manejaba una buen parte de la economía nacional antes de la era "neoliberal", también hubo una tremenda corrupción en las empresas paraestatales, que hacían incosteable sostener ese tipo de régimen; allí están entre todas, la CONASUPO con sus importaciones de grano de Iowa, LICONSA con la importación de leche canadiense o DICONSA, la distribuidora al menudeo de productos de uso popular, que no solo estaban quebradas, sino que en esos aparatos voraces se daban todas las formas de corrupción y abuso. Eso sin hablar de los negocios insaciables de siempre en PEMEX, CFE, el IMSS o las aduanas.
México tenía en los años que ponderó López Obrador, una clase burocrática ventajosa e ignorante, una que confundía que lo que era bueno para ellos, debía ser bueno para el país.
EL gobierno tenía bancos, fábricas de bicicletas y refrigeradores; de fertilizantes y una gama de opciones para derrochar el dinero. Los gerentes regionales importantes del Banco Rural (Banrural), tenían sus propios aviones y viáticos en exceso; un ayudante de MacNamara que era el director del Banco Mundial en esa época, después de una reunión de evaluación que se realizó en Cancún, me comentó que era lamentable que tirara México, el dinero simulando. Entonces como ahora, no tenía rumbo el país.
El desastre de los doce años que mencionó superficialmente López Obrador: los primeros seis de Echeverría que inició escalando el endeudamiento, brindando con aguas de sabores y los otros, en los que siguió López Portillo bajo caprichos personales; fueron funestos para la economía.
México empezó a padecer con toda su fuerza, el daño de una planta oficial improductiva subsidiada por divisas, que cubrían el gasto corriente y no había ninguna perspectiva que pudiera aliviar en el horizonte al país, sus condiciones de empobrecimiento. Solo quedó el camino de deshacerse de tanto órgano oneroso para hacer la carga menos pesada.
En lo dicho por López Obrador el sábado, se deduce que el último presidente que la libró fue Díaz Ordaz, no lo dijo con las letras porque es un pecado reconocerlo; a él se le achaca la represión del movimiento estudiantil, en realidad fue una asonada fraguada desde las oficinas de su sucesor: Luis Echeverría.
Los 36 años, desde Miguel de la Madrid hasta Peña Nieto no fueron una etapa en la que la corrupción se haya instaurado, sino que fueron los años en los que la corrupción alcanzó paulatinamente su desnudez; ya sin la hipocresía de los gobiernos anteriores, que escondían en la "mística revolucionaria" sus raterías, sencillamente el cinismo imperó.
Por eso un gran porcentaje votó por López Obrador cuando agarró esa bandera, porque la corrupción saltaba por los poros. El colmo fue la protección abierta de Peña Nieto a los gobernadores. Y cuando se dejó en duda la honestidad de Anaya, la gente que estaba en contra de la corrupción, optó por el ahora ganador.
Así que lo del perdón a Peña y a los demás, no es cierto. En primera no es opcional actuar en contra de quienes han cometido delitos; si así fuera, para que sirve el gobierno. En segundo lugar el baño de agua helada que recibió Peña, no fue el castigo por sus abusos, fue un juicio sumario en cadena nacional para exhibirlo; y pedir su cabeza en marzo como le dijo a Azucena Uresti, bajo una figura de consulta que más bien es de ratificación tumultuaria de un hecho ya decidido de antemano.
Por eso se explica la medalla que dio Peña a Jared Kuchner, para comprometer al suegro para que pida clemencia para el premiador.
Lo demás del discurso de López Obrador fueron deseos que emocionan a muchos, no tanto a los que saben que hay cosas que no se pueden y menos, a acudir a espantar con radicalizar los asuntos. Me recordó el memorable discurso de López Portillo que sonó sincero y le duró para los tres primeros años, después las pasiones propias del oficio, rebasaron el orden inicialmente prometido.
Las promesas desde la campaña se volvieron a ratificar incluso con la parafernalia de los ritos paganos, mucha teatralidad, faltó un sacrifico en ese improvisado templo mayor. Muchos dudan del rumbo de la economía porque los ajustes del dinero no dan para lo que se propone López Obrador, bastaba ver la cara de angustia del secretario Urzúa.
Con todo, son más los que quieren formarse en las filas de los apoyos, quieren ver si ahora si les toca. Y finalmente de todas maneras, si no ponemos de nuestra parte no va haber proyecto que valga.