Columna del 22 de julio del 2019
La Seguridad del Presidente
Jorge Miguel Ramírez Pérez
Todo tiene un límite y los sucesos de Ciudad Valles donde se le presentaron hasta en el hotel a AMLO, unos querellantes de soluciones agresivos, debe hacerlo reflexionar, sobre los modos unidimensionales de ver las cosas y decidir sobre su seguridad, la que finalmente en estricto sentido jurídico corresponde al gobierno institucional en representatividad de los intereses del pueblo y no a su personal determinación.
Andrés López Obrador debe pensar ante todo, que lo que el ostenta es un cargo superior, el de Presidente de los mexicanos. Quiera o no, de todos los mexicanos: pobres y ricos, que lo quieren y que lo detestan; de cuerdos y de desquiciados, y en tales circunstancias andar sin protección es un riesgo para él, pero es más riesgo para los ciudadanos, que en caso de una tropelía seríamos los perjudicados sencillamente por el esquema de desestabilización que provocaría un daño mayor al Presidente.
Si bien es cierto que los abusos de sobreprotección a los presidentes anteriores y a sus familias derivó en un despliegue de una aparato burdo, inútil en la mayoría de sus funciones y sobre todo costoso, que se asemejaba a una imagen anti republicana, rajásica, propia de monarcas de otras épocas y latitudes; y eso fue lo que originó el cambio de esquema, no por ello, puede creerse que el pueblo bueno y sabio va a proteger a su Presidente bajo cualquier situación y circunstancia.
Y para la gente su problema es el mas importante, sería ingenuo pensar que la masa inconforme bajo las presiones que experimenta de falta de justicia, se va a poner a ponderar sobre la coincidencia de la tabla de prioridades cívicas y de política nacional, para normar su conducta colectiva, cuando lo que sabe es que nadie lo escucha o si los escuchan, nadie tiene la capacidad de explicar satisfactoriamente las negativas de lo que plantean.
Entonces eso de depender de que lo cuide la gente es mucho pedir y es poco racional.
Todos los mandatarios quisieran que los quisieran pero aún los mas glorificados por heroicidades, no son monedita de oro. Y siempre hay quien hasta violento se pone ante un jefe que tiene mando absoluto, mientras ellos no mandan ni en su persona, porque la adversidad y sus limitaciones les agobian.
Es sentido común. La cualidad más apreciada para gobernar.
Y la historia está plagada de datos, coincidan o no con los de Amlo de innumerables sucesos que afectaron no solo la vida de personajes públicos
connotados, sino de sus países. De lo mas relevante por sus consecuencias mundiales, por ejemplo el atentado en 1914 contra el archiduque de Austria Francisco Fernando, en Sarajevo que muchos subrayan como el inicio de la Primera Guerra Mundial, perpetrado por los anarquistas que también habían victimado anteriormente a la emperatriz austrohúngara: Elizabeth, la famoso Sissi, inspiración de los cuentos de corazón que era muy querida por su pueblo bueno y sabio. Los anarquistas tenían la misión por entonces de moda, de causar desestabilizaciones; por cierto la moda no ha pasado del todo.
Lo de Colosio fue también según la versión oficial, jamás creída, de parte de un perfil de ese pueblo bueno y sabio, un obrero de las colonias del lumpen proletariat, tijuanense: Mario Aburto. Todavía padecemos las consecuencias de esa desestabilización que tronó no solo al sistema financiero dando lugar en el vacío, a los magno atracos, uno de ellos: el FOBAPROA que hoy se paga todavía; sino a la destrucción del sistema político de la peor manera, la de sin rumbo.
Así que hay que dejar de lado las apreciaciones personales sobre el cariño del pueblo, porque como decía Maquiavelo, todos los que gobiernan o están al mando quieren ser amados, pero eso, no es propio, es ajeno, depende de otros, por tanto sustentar el gobierno en un sentimiento ajeno es erróneo, por eso concluía que el temor que se infunde, si es una potencialidad propia por la que hay que optar. Mejor ser temido que amado, concluía el florentino.
Porque si bien el amor es el sentimiento que ennoblece a las personas, no está instaurado como para que desaparezca el Estado y su consecuente gobierno. Porque si hubiera ese amor como vínculo excelso y aceptado, no solo en las palabras sino en los actos permanentes y redundo, cotidianos; no se necesitaría gobierno alguno.
Así que dejémonos de idealismos distantes y solicitemos seriedad en lo que representa el Presidente, porque él, no es de él; es del Estado, que reclama su seguridad por el bien de los mexicanos, que no queremos mas desestabilizaciones de las que ya tenemos.