Columna del 7 de octubre del 2019
Medina Mora un maestro de la limpieza de cañerías
Jorge Miguel Ramírez Pérez
No le sorprende a nadie que Eduardo Medina Mora el Ministro de la Suprema Corte que ya renunció, no pudo sostenerse en esa posición y se encuentra en problemas, porque antes no tuvo ninguno. Al contrario, su trayectoria habla que les planchó a muchos el camino hacia la opacidad y la impunidad, y la vida le sonreía.
Todo un experto fifí en fontanería mal oliente.
Medina me recuerda el papel que hizo Harvey Keitel en la película de culto de Tarantino: Pulp Fiction: que con una gran seguridad, sin descomponerse el traje, Keitel limpia los restos de un cadáver dentro de un automóvil, donde un pistolero: Vincent Vega, que es John Travolta, por descuido, le voló la tapa de los sesos, literal, a otro hampón, por lo que recurren a las artes profesionales de Keitel.
Porque desde el inicio de su trayectoria en las escenas de primer nivel de la política, Medina "salta de la nada" al CISEN con Vicente Fox; sin ningún antecedente en materia de inteligencia, ni experiencia acreditada en el ramo de gobierno. La pregunta obligada: ¿Quién lo recomendó desde entonces?
Llega Eduardo Medina a ser Secretario de Seguridad Pública en ese sexenio, el de Fox. Solo que el detalle que antecede a su llegada al Gabinete, es uno sórdido, el suceso donde perdió la vida en el 2005, Ramón Martín Huerta, el amigo más cercano del entonces Presidente.
Huerta quien falleció en medio de sospechas que a la fecha no han sido aclaradas, cuando estalló el helicóptero Bell 412-EP, donde viajaba, tal como publicó la revista Proceso en su momento, de una declaración que así lo reveló; era el personaje de mayor influencia con Fox, desde el Gobierno de Guanajuato hasta que Martha Sahagún ocupó esa distinción presidencial.
La información del infortunado suceso, fue inexplicablemente clasificada para abrirse a los doce años. Sin embargo, cuando llegó el tiempo, el INAI no tuvo acceso y hasta la fecha hay un litigio para lograr que se pueda consultar esa información. En ese entonces Medina Mora como sustituto de Huerta, no movió un dedo para ampliar a la opinión pública lo acontecido. Tal vez eso fue muy apreciado por sus contratantes mas adelante. Tal vez fue la prueba de que era bueno para limpiar aristas inconvenientes.
Cuando fungía Medina como Secretario de Seguridad Pública se dan los acontecimientos de Atenco y del accidente o atentado de Pasta de Conchos. En ambos casos Medina la libra y casualmente se diluye cualquier responsabilidad de
esos hechos para los funcionarios que participaron, en el primer caso; y para los empresarios en el segundo, donde todo ha quedado en una penumbra legal.
La carrera ascendente de Medina después de los gobiernos originados en el PAN, es inexplicable para la lógica política. Él y nadie mas que él, conocía en que armario estaban los cadáveres de los gobiernos anteriores. Peña Nieto al nombrarlo titular de la PGR le daba aparentemente la oportunidad de proceder en contra de ellos o de sus colaboradores. Pero lo que realmente sucedió: fue un acuerdo cupular para que Medina se convirtiera en el instrumento para lograr todo tipo de beneficio para sus anteriores patrones y hacer el trabajo sucio de ocultar sospechas donde las había sobradamente.
No es menor el hecho de que Medina fungiera en los dos sexenios de los panistas, como un funcionario determinante para la toma de decisiones en los temas de seguridad nacional y seguridad pública. Nadie antes de él hubo ostentado además de esos cargos relevantes a nivel nacional, el de la procuración de justicia federal.
A pesar que tuvo apoyo político incuestionable los resultados de Medina, fueron en realidad anti-resultados. En sus gestiones el crimen organizado se disparó de manera abrumadora para el estado mexicano. Los cárteles se reprodujeron y ampliaron sus tentáculos sin ningún impedimento consistente; lo que habla de dos posibilidades: una enorme ineficacia e inexperiencia en el tema de la seguridad, lo que a esas alturas ya era increíble o de plano, una planeación concertada con la delincuencia, bajo la supervisión y anuencia de las redes burocráticas y judiciales subordinadas al poder de Medina Mora.
También se la dieron de diplomático a Medina en Londres y Washington, sin ninguna credencial en el ramo, estuvo en los sitios más relevantes para la inteligencia geopolítica occidental. Pero lo que rebasó todos los excesos para imponerlo en donde fuera, fue el nombramiento de ministro de la Corte, también sin carrera judicial, superó los impedimentos de la tradicional simulación institucional; allí, el experto en drenajes se dio vuelo. Todo lo tergiversó, todo lo manipuló y las pruebas que se exhiben ahora de su riqueza inexplicable, apenas son las básicas como las que atoraron a Al Capone.
Medina tiene muchos silencios asociados y cómplices poderosos de sobra. Pero el gran estratega de la impunidad al fin tiene unas rejas en su horizonte.
Toda una carrera para proteger atracos de expresidentes y exgobernadores, para disipar delitos electorales; para devolver dinero mal habido a los depredadores, y sacar de la cárcel a criminales poderosos.
Medina Mora tal parece ya es un fabricante de injusticias menos. Aunque todavía faltan otros, por esas alimañas mayores se empieza.