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La balcanización de México. Sin opciones, se acabó la sopa de fideos

Columna del 10 de febrero del 20202

 

La balcanización de México. Sin opciones, se acabó la sopa de fideos

Jorge Miguel Ramírez Pérezjmramirez2

 

 

La península balcánica está en el sureste de Europa, es una región abrupta, montañosa, en la que sus habitantes se han caracterizado por una acusada fragmentación étnica, social, religiosa, cultural y política. Con aproximadamente 55 millones de habitantes ha sido escenario de conflictos frecuentes; los mas recientes fueron hace menos de 15 años todavía: los enfrentamientos entre Serbia, Croacia, Kosovo y Bosnia Herzegovina. Los Balcanes son diez países: Eslovenia, Croacia, Bosnia-Herzegovina, Serbia, Montenegro, Bulgaria, Macedonia, Grecia, Kosovo y Albania; una parte de Turquía y tres países que estrictamente no forman parte de la península, también se les considera influyentes en la región: Rumania, Moldavia y Ucrania.

Después de la 2ª. Guerra Mundial el mariscal Tito asumió la jefatura de Yugoslavia, que fue una unión política federada de seis de esos países: Serbia, Croacia, Montenegro, Eslovenia, Macedonia y Bosnia Herzegovina. Al morir Tito en 1980, empezaron los conflictos que tomaron fuerza en 1991, durante la transición geopolítica que derrumbó al comunismo. En el 2006, se separaron esas repúblicas y surgieron otras divisiones adicionales.

Los conflictos de los Balcanes se explican porque hay diferentes naciones o etnias en un espacio relativamente limitado, eslovenos, serbios, croatas, kosovares, albanos, macedonios, montenegrinos, sin olvidar a los romaníes o gitanos que contribuyen a la disgregación. Diferentes religiones: católicos, musulmanes, y ortodoxos; tienen distintos enfoques culturales y lingüísticos de la influencia turco otomana, eslava, neolatina, etc.

Políticamente los Balcanes son un mosaico difícil de comprender y cuya dinámica son las divisiones. Por supuesto que las potencias contribuyen a la fragmentación: Estados Unidos, Rusia, Turquía y la Unión Europea, cada una tiene sus alianzas y su propio enfoque en la zona.

Por eso el término balcanización se refiere a un proceso político que tiende a fragmentar la integración de una nación o de una región, en la que los intereses políticos variopintos generan una mayor y creciente división.

El caso de México no tendría semejanzas, la lengua materna, la nuestra es mayoritaria, el español; ni tampoco tenemos las diferencias sustanciales como las de los musulmanes y los grupos que tienen un origen en el cristianismo como sucede en la región de referencia. No hay diferencias raciales marcadas como allá. Por el contrario, el proceso de la revolución mexicana en sus formas culturales ponderó siempre la integración nacional.

El nacionalismo revolucionario fue la ideología madre de la política pragmática del gobierno, hasta fungió como una religión política preponderante en el siglo XX. En términos políticos electorales fue la bandera que el PRI enarboló en el discurso, y en la que sustentó una interpretación parcial de la historia, una con mucha leyenda idealizada, como ingrediente principal para intoxicar al imaginario colectivo. Se hizo de la historia de México, un cuento pueril con malos, muy malos, contra buenos, tan buenos, que la gente pensaba que no sirvieron para nada.

El proyecto del nacionalismo, de hacer de México una nación única y consolidada, justificaba toda suerte de peripecias, aún las mas inverosímiles. Lo artificial era un componente de peso, pero la consistencia del sistema lo ratificaba sexenalmente. Ni el PAN al llegar al poder, quiso enfrentarse a desmitificar las fábulas. La cohesión estaba por encima y los planificadores del esquema político como Jesús Reyes Heroles, sintetizaban en el sistema educativo los liderazgos ideológicos que fortalecieran la idea nacional y su sistema de partidos: de la UNAM y las universidades estatales saldrían los priístas; del Politécnico Nacional y de las escuelas técnicas, una pujante

izquierda y de la educación superior privada saldría el panismo y las dirigencias empresariales como fuerza económica integrada.

Los demás partidos eran bisagras, acompañamientos de los procesos, sin distingos esenciales. Solo con dirigencias de confianza.

Ese esquema, hoy no solo no existe, sino lo que hay, paradójicamente está desmenuzado. Primero por el surgimiento de un parteaguas macro: una división que se ahonda entre dos conglomerados: el partido del resentimiento nacional y el odio; y el partido del desencanto; ambas corrientes divididas en minúsculas fracciones electorales, que tienden a atomizarse más y más. No se requirio un pasado de divisiones en pedazos políticos como en los Balcanes. La fuerza del odio ya generó, lo que en los Balcanes necesitó de más ingredientes.

Esa es la realidad Morena se ha convertido en el movimiento de resentimiento nacional, o en el movimiento del rencor nacional, tiene en común no solo un líder que le da existencia; sino también una profunda raíz de amargura, que les ensambla anímicamente, no políticamente; y que, como todo credo sectario, es alimentada en el manejo maniqueo de todo bien, contra todo mal. Una lucha que rebasa la de clases, porque el encono no es contra los propietarios de los medios de producción, que engrosan las adulaciones al poder en la primera fila; sino un rencor a la vida, a la realidad, a todo lo pasado, a todo lo futuro y una negación a todo es lo presente.

Por eso no hay opositores, o mejor dicho hay demasiados opositores alegando un modelo sin cimientos; un mapa balcánico, sin definiciones doctrinales, sin figuras de liderazgo, sin plataformas, con burocracias partidistas incongruentes, huérfanos de proyectos, confunden los anhelos colectivos con las codicias personales; no se ve nada hilvanado; todos encaramados a servir de patiños de alguien que no los necesita.

El viejo PRI sometido y despreciado, no puede agacharse más. El PAN hasta promueve la ideología de género, andan perdidos. El PRD un esqueleto. Los verdes, los petistas de Raúl Salinas, Convergencia de Dante, los del encuentro social, repetidores como los Calderón y los que se sumen. Lejos muy lejos del mercado del poder. La profusión de divisiones arrastra al Morena.

Ya hay dos Morenazas formales, faltan las que se desprendan en los próximos días.

El sistema de partidos destazado, no tiene asideros y los árbitros: el INE, en el pantano de la inseguridad... y la democracia zozobra. Ahora se ve que estaba todo con alfileres. Las consecuencias pueden ser muy costosas.

¿Será que el proyecto es despojar de partidos políticos a México con tanto divisionismo?

La lectura para el 2021 ojalá no sea esa pulverización de partidos, como sucedió con la malograda República de Weimar, que dio paso a la dictadura de Hitler y con ese método de desmembración muchas dictaduras también han agarrado monte; ojalá tampoco se reproduzca esa pugna inacabable, entre los izquierdistas de la loquísima República Española que devino en Guerra Civil, impronta que mantiene a la España de hoy en gobiernos de semanas...