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El Corona Virus, la Nueva Guerra Fría y la Teoría de la Conspiración

Columna Geopolítica del 9 de marzo del 2020

El Corona Virus, la Nueva Guerra Fría y la Teoría de la Conspiración

Jorge Miguel Ramírez Pérez jmramirez2019

 

Hace diez días Philip Reeker, subsecretario de Estado interino de la oficina de Asuntos Europeos y Euroasiáticos de Estados Unidos, declaró que: "... la intención de Rusia es sembrar la discordia y socavar las instituciones y alianzas de Estados Unidos... a través de campañas encubiertas y coercitivas de influencia maligna", lo que fue una respuesta del gobierno estadounidense a la difusión de miles de cuentas de redes sociales, vinculadas a Rusia, en las que acusan a Estados Unidos, de estar atrás de la propagación del corona virus. El señalamiento calificado a la vez, como una campaña de desinformación; fue desmentido oficialmente por la portavoz rusa de la agencia informativa TASS, Maria Zajarova; quien aseveró que: "era una historia deliberadamente falsa".

Los señalamientos encontraron eco en algunos círculos que no descartarían relacionar los brotes de la epidemia, con la guerra comercial de Estados Unidos contra el gigante asiático.

Antes de que el presidente Trump asumiera el cargo, el tipo medio de los aranceles a las exportaciones de China a Estados Unidos era tan solo un poco más del 3%; ahora se han catapultado a casi el 28%, una cifra notablemente superior. Algo sorprendente en los últimos noventa años de relaciones comerciales entre ambos países. En 1930 la Hawley Tariff Act, en torno a la Gran Depresión representó la mayor política proteccionista que EUA, haya implementado en la historia. Los mecanismos arancelarios que Trump ha aplicado a China, en los dos últimos años son los mas agresivos desde entonces.

Desde el inicio del gobierno, Trump decidió reducir las exportaciones de China a su país, como una política consistente, no coyuntural. Canceló el acuerdo transpacífico que beneficiaba sustancialmente a China, y aunque se dijo que continuarían los demás países sin EUA, la verdad es que se apagó el citado acuerdo porque ningún país de los integrantes, entre los que estaban Japón, Corea del Sur, México y otros, realmente no tenía ni el dinero, ni los índices de consumo que tienen los estadounidenses para significar un éxito en el hoy postergado acuerdo.

La guerra comercial entre ambos países está por resolverse, pero siguen las desventajas que a Trump le incomodan en su visión de rescatar la planta industrial, que desde hace décadas migró primordialmente al territorio asiático.

Ese escenario que pasó entre otros factores, por someter las bravatas del líder de Corea del Norte, Kim Jong-Un, evidenciando su papel de marioneta de Beijing; también implica decisiones en el relevante tema del reacomodamiento geopolítico mundial; en el que China políticamente con todo su poderío económico, no solo es un fuerte competidor que hay que detener, sino que también ya es menos útil para la política mundial de Estados Unidos, como lo fue en la estrategia de 1972; cuando Nixon visitó a la enclaustrada China, para meterla como un factor de peso para desestabilizar al bloque comunista, que respondía en gran medida a los intereses de Moscú.

En ese entonces China un país empobrecido por el comunismo, urgía de un rescate mayor que se produjo a partir del gobierno de George Bush padre, que tenía como objetivo detener la arrogancia del poderío económico de Japón. En esa época sobraban los analistas locales que aseveraban, la potencia nipona pasaría por encima de Estados Unidos. Obviamente esas conjeturas se explicaban mas por los resentimientos acumulados contra la primera potencia, que por una valoración objetiva. El suceso en 1992 de la cena donde prácticamente le vomitó Bush al primer ministro Kiichi Miyasawa, y se desvaneció; fue un hecho que se satirizó en su momento, pero a la vez simbolizó el descenso del poderío económico japonés que ese año tenía un crecimiento de más del 7%, para caer al siguiente año en un poco más del 1 %. EUA en esa gira reclamaba que: mientras Estados Unidos le compraba todo a Japón, éste no consumía prácticamente nada, que se pudiera asemejar en correspondencia. Japón no volvió a ser la segunda potencia económica.

Hoy es China de acuerdo con los datos del Foro Mundial de Davos la potencia que tiene más del 14% de la economía mundial. Estados Unidos tiene casi el 25% de la economía global. Hay diferencias sustanciales, pero Estados Unidos está previniendo cortarle parte de las alas a este duro competidor. Y los mecanismos pueden incluir de todo.

Otro factor a considerar es la remodelación de una forma bipolar de poder mundial, parecida a la guerra fría que estuvo vigente desde 1945 hasta 1989, con la caída del muro de Berlín. Todo indica que la transición geopolítica impulsada por Trump, implica quiérase o no, de acuerdos secretos o discretos, entre Washington y Moscú. De eso los demócratas han hablado, pero no han podido probar suficientemente sus deducciones mas allá, de la lógica que se desprende.

Las políticas del Cercano Oriente, el trato con Turquía, con Arabia Saudita, Irak y el cerco a Irán, la aniquilación del líder de la estrategia chiíta, apenas mencionada por la diplomacia rusa; indican con claridad un reparto de la gobernación mundial entre las dos potencias militares. Entre lo relevante está de manera simbólica la destrucción del Estado Islámico, y las negociaciones toleradas entre Rusia y Europa para los suministros de gas siberiano. La arena mundial explica que las coincidencias con Rusia en el terreno de la política internacional, son mas sólidas de lo que los contrarios de Trump imaginan. En ese esquema bipolar, China en un primer plano no hace falta, hace ruido. Es un tema de dos, donde tres son multitud.

Entonces la aparición del corona virus, que igual que su antecesor el SARS, tienen la sospecha de ser creaciones de laboratorio, y el hecho que a la OTAN y al Pentágono se les asocie con más de cien laboratorios para probar armas bioquímicas; junto con las evidencias de que el virus no surgió del mercado de mariscos de Wuhan, no tienen un origen en los murciélagos o las serpientes comestibles; son datos que por la fuerza de la razón, invitan a recelar, sobre la presencia de alternativas no convencionales, para detener el poderío económico de China.

Repercute en el ambiente también el hecho de que China ha estado comerciando novedosos materiales de guerra, como los drones que penetraron el escudo de protección vulnerando las instalaciones sauditas hace unos meses.

Por lo pronto de acuerdo con la BBC hay más de 82 mil infectados, de los que el 96% son de China. Los analistas conservadoramente de la OCDE Señalan que al menos la caída de la economía de ese país, les repercutirá en una afectación del cuatro por ciento del índice de crecimiento.

Esta semana el secretario de Estado de EUA Mike Pompeo, denominó en una entrevista para la CNBC y también en una conferencia de prensa al Corona Virus, como Wuhan Virus, o virus de Wuhan; causando que el vocero de la diplomacia china Zhao Lijian protestara por considerar que era altamente irresponsable que se diera en los medios, esa referencia a la ciudad donde surgió el virus. No que no fuera cierto su origen, sino que para el gobierno comunista lo grave era, que los medios se enteraran de ese nombre.

Así que la divulgación en las redes acusando a Estados Unidos no solo se inscribe en una teoría de la conspiración mundial; sino también si se analiza con detenimiento, tampoco es de dudarse que Rusia, por su parte, también pudiera generar un factor para hacer descender a los chinos, porque finalmente ninguna del dos súper potencias militares, permitirían un tercer trono que no tendría contrapesos claros.