Columna del 6 de abril del 2020
Como anillo al dedo: la destrucción de las instituciones
Jorge Miguel Ramírez Pérez
En el hoyo mas profundo del entendimiento humano, el todavía presidente de México Andrés López Obrador, se aventó con todo el sarcasmo a decir que lo mejor que le podía pasar al país, es que lo ahogue la avalancha de malas noticias. Y burlista, explicó en el lenguaje de banqueta que era tan preciso, lo bien que era todo esto del quiebre de empresas, el desempleo y el corona virus; que se asemejaba como un anillo que le embone exacto en su dedo. Es decir, que eso es lo que él y sus fanáticos buscan sin duda alguna.
Y se sorprenden muchos, que se ve que no han leído o escuchado sus alocuciones antes, durante, y después de la campaña, que para mí todavía está en marcha tanto por el formato cachondeador hacia la gente, como porque sigue de impreciso, hablando generalidades y vanidades, para que los soñadores interpreten sus balbuceos como mejor les parezca, porque al fin no quiere decir nada de nada. Es hablar por hablar.
Pero paradójicamente entre toda la verborrea el merolico repite lo que escucha de sus asesores, los que trabajan como carteristas cuando está toda la atención de los babosos puesta en el payaso. Ellos son los que le dicen "nos cayó como anillo al dedo, la crisis". Porque según Obrador con la desgracia, se va a desaparecer la corrupción, la que por cierto sigue intacta, mas fortalecida, la que no ha hecho nada por detener y de la que no hay culpables. Dramáticamente jocoso, porque en su lógica, si es que existe; se alegra que la muerte y la enfermedad acabe con los mexicanos y sus vicios; y supongo que al menos espera que el miedo, haga su parte por descomponer más las cosas.
Y la gente, el pueblo podrido ni en cuenta, felices, se conforman con ver que los ricos se mueran, como dijo ese esperpento que es Barbosa, un tipo que era un lame pies del poder peñista y ahora es de la fanaticada del momento.
Con ese apoyo de la masa podrida, lanza Obrador su programa de anillo al dedo, el que solo embona en la ideología de odio del comunismo trasnochado y pasado de moda: "profundizar las contradicciones", dicen; "provocar el deterioro social para que la revolución triunfe", en boca de los tiranos del siglo XX parafraseando al infeliz de Carlos Marx, un maldito que le hizo añicos la vida a su familia y se la hizo a millones de soñadores y víctimas, en las personas de sus engendros: Lenin, Trotsky, Stalin, Mao, Hoxla, los Castro, Chávez, Maduro, y toda la pandilla narcopolítica del Foro de Sao Paulo, que por lo pronto están cercados en el Caribe y lo estarán en el Pacífico por Trump, al que las bravatas y el trasiego oficial de las drogas a EUA ya le hartaron.
Pero en este caso, un amigo, el ingeniero Scaslizki analizó atinadamente: que Obrador a quien se parece, es a Yeltzin, el borrachín que destrozó a Rusia con sus torpezas pero que no perdía popularidad. En las peores circunstancias el ebrio recibió, el respaldo de un pueblo, tan manipulado y maltratado que se conformaba que uno de ellos, del populacho, fuera su verdugo. ¡Cierto!
Y la similitud es también entre los antecesores de los demagogos, porque Gorbachov y Peña, dos dizque reformistas que traían la consigna de recrear un sistema de simulaciones, precipitaron la caída de lo que ya no se sostenía; para que surgiera el escenario perfecto y así, la tarea destructiva de lo que tenían de instituciones, no quedara en pie, como lo hizo en su momento Yeltsin y ahora hace con diabólico, esmero Obrador.
Por eso no mintió en eso de: ¡al diablo las instituciones!, fue una probadita del obradorismo, un movimiento encaminado a destruir a la sociedad mexicana, desquebrajar su unidad, confrontar a unos contra otros, a despojar a los mexicanos de sistemas de salud, descalificar a los organismos de derechos humanos, electorales, de control energético, tronar a las delegaciones y al sistema de aportaciones cortando de tajo la inversión federal; darle en la torre a los gobiernos de los estados, a las universidades y dividir mas a los sindicatos; someter a la pobreza a los municipios y rebajar a los poderes judiciales y legislativos a simples corifeos de su afán demoledor.
Todo eso y mucho mas, sin tocar a los grandes capos y a los prevaricadores de cuello blanco, los que gozan de cabal salud en el territorio de la impunidad, donde el presidente es el primero en transitar, arbitrario en todo, centralizando los negocios, todo para su clica, nada para nadie más. Cancelando inversiones, sin informar, contra todo vestigio de transparencia; para que, en las mañaneras con los reporterillos a modo, al igual que otros dementes Fidel Castro o Hugo Chávez hablar y hablar hasta que causan asco.
Y sí, la tarea para la que fue contratado Obrador es para que no quede piedra sobre piedra en ese México donde las reformas fracasaron. Bien decía el maestro Peter Taylor, que las soluciones políticas para los países que no se adaptan a los sistemas mundiales son: la modernización, la fusión, la división, o la guerra civil.
La modernización no pegó: De la Madrid, Salinas y Zedillo no la pudieron arrancar, Salinas la dejó a medias, los otros se arrinconaron en su cobardía; Fox no pudo lograr como se planteaba la fusión económica con Estados Unidos, y tampoco Calderón, tampoco Peña pudo separar los intereses del país con la liga del trasiego de migrantes y de drogas. Solo quedó la alternativa de la destrucción, una guerra civil, con otros medios, económicos, de salud y de empobrecimiento.
Obrador es el que les cayó como anillo al dedo a los amos del mundo. Va destruir todo en México. Sigue sin escuchar. En lo negativo posee talentos como cuando lo comisionaron para acabar con Cárdenas y con el PRD, les cumplió, los hizo porquería. Y como se manejan los autoritarios nunca cambian, siguen con los mismos errores.