Columna de 4 de mayo del 2020
Las autoridades forman parte de una era que ya no existe
Jorge Miguel Ramírez Pérez
Mecanismos parecidos a las pestes de la edad media son los que se están implantando en esta crisis del Covid 19.
En ese entonces por supuesto que el escenario no era idéntico: los médicos practicaban sangrías para que los males fluyeran junto con la sangre a borbotones, y la gente huía sin saber a donde ir, ni donde pasar la noche, tampoco sabían muy bien que iban a comer. El terror azotaba a los poblados, y los cínicos no cambiaban su farra con una botella de vino corriente, según ellos desafiando a la parca.
Poco, muy poco se ha avanzado desde entonces.
Para comenzar no tienen quienes dicen mandar, una remota idea de lo que pasa, este es otro escenario que jamás se imaginaron. Hay estúpidos optimistas que dicen que ya se terminó la peste, que ya la domaron y hay también pesimistas estúpidos, que dicen que no hay nada que hacer, porque los muertos solo serán unos pocos millones; ni a quien irle.
Los médicos saben muy poco. Hacen un esfuerzo agotador sin protección, abandonados por mandos partidistas no médicos. Allí les tocó. No tienen información suficiente, solo atinan a dar recomendaciones de higiene. Hasta ahora lo que se tiene, es un sistema de tortura: los tubos respiradores que son peor que las sangrías, y nadie puede decir a ciencia cierta si los tubos salvan vidas; no hay estadísticas, en tiempos del mundo estadístico. Nada para determinar si ese remedio infernal es la panacea o la fortaleza y salud previa de cada individuo, lo que parece ser la única regla digamos científica.
Se recomienda huir como antes, pero hacia adentro: la solución cavernaria; instrucción blanda que los jefes retrasaron criminalmente. Dijeron que era pasajero y como solo cuidan su imagen electoral pospusieron las prohibiciones. Se dijo que se adelantaban las vacaciones, días de asueto alcohólico-musical. En los pueblos más soberbios e ignorantes la muerte ha estado agarrando a placer a los vagos incontinentes que siguen festejando, no se que.
Y es que es asombroso que el mundo hedonista, maleducado absurdamente en solo ver lo positivo, en la filosofía ultra optimista, no se haya dado cuenta, que las catástrofes son recurrentes y en un siglo se dan varias, que matan millones.
Apenas tenemos setenta y cinco años desde que se terminó esa matanza que tiene por nombre la segunda guerra mundial. Y no estoy hablando de Angola, Vietnam, el medio Oriente, los Balcanes, Corea y un montón de etcéteras
Hace cerca de 50 años la humanidad supo como murieron de hambre 35 millones de chinos del régimen comunista de Mao Zedong, el líder asqueroso que nunca se lavó los dientes en su vida y andaba besando niñas como usted ya sabe quien, pero en toda China.
Una peste de hace cien años que surgió en Kansas y los estadounidenses le llamaron la "gripe española" mató a 50 millones de personas y no quiero aburrirlo mi estimado lector con el Sida, el ébola o el SARS. Todos muy recientes.
Inundaciones, incendios y terremotos siempre agarran a los gobiernos comiendo camote, con la ventaja de que duran poco. Porque hay asuntos imprevistos, pero lógicamente muchas catástrofes no son imprevisibles, son pura y cruda negligencia.
Y esta epidemia en gran parte era previsible. En el 2005 George Bush, advirtió de las pandemias como si fuera una profecía. En este siglo en China, ya ha habido otras; y era lógico que el régimen tiránico cuyo orgullo sigue siendo Tiananmén, iba a operar drásticamente, virológicamente contra las presiones que le aplicaba Trump en los tres últimos años. Pero muchos dirigentes de países, no percibieron la realidad mundial. Es el resultado de una democracia donde los payasos y los omisos son los que mandan.
Y así llegamos a estas alturas de la crisis sin nadie medianamente responsable al frente, ni en los países serios donde no saben que hacer; ni con los inútiles organismos multilaterales: la ONU, la OMS, el Unión Europea, el BID, el FMI o el Banco Mundial, que son inmensas burocracias doradas que solamente sirven para discursos en cenas de gala, donde todos hablan de los que nada tienen, pero no mueven un dedo para detener a los tiranos resentidos de las izquierdas criminales, ni a los voraces negociantes de las élites pseudo gobernantes.
Un mundo donde los electos lo fueron para condiciones que ya no existen, para llevársela de muertito o ensayando caprichos y disfrutar de esas estabilidades con quincenas seguras, un mundo fácil con séquitos de aduladores que inventan requisitos para todo.
Y aquí en el ombligo del mundo, ni los alcaldes, ni los gobernadores, menos el presidente sabe que hacer. Y lo que se tenía ya se lo gastaron en nada que se vea, y ahora, los auditores internacionales de las deudas, encueran el fraude histórico que es Pemex, al rato a la CFE.
¿Y la gente?, que se las arreglen como puedan.
Se les movió el tapete a tantos jefes sin oficio, declaren lo que declaren, es irrelevante; y no saben para donde correr, si para Badiraguato o con el hijo de Murat. Al igual que el terremoto de 1985, el del 2017 y las inundaciones. Nunca se despiertan para lo importante, su agenda está con lo conveniente, marear a la raza para que siga creyendo que son dioses. Y eso, les impide ser humildes para reconocer que hay un Dios, que todo lo juzga.
Lo bueno es que ya ni siquiera pueden imaginar qué es lo que sigue. Porque aparte de improvisados, son de otro mundo, uno que ya no existe.