Columna del 17 de junio del 2020
El bumerang de los derechos humanos
Jorge Miguel Ramírez Pérez
La historia de los grandes ideales humanos no se puede deslindar de la intención política, que los promueve. Su implantación en el terreno de los hechos, proviene generalmente de proyectos razonadamente elaborados, para obtener poder. De tal suerte que las palabras que encierran filosofías y pensamientos aparentemente llenos de bondad y desprovistos de intereses mezquinos, a la vez, encierran intereses reales de poder, plataformas en el terreno de las ideas que tienen que ver mas con factores de dominio, que las frases elegantes que se propagan.
Por eso cuando pronuncian los oradores, la palabra igualdad, lo que están diciendo es un aumento de impuestos, expropiaciones y castigos; reducción de ganancias para los que producen más. Reducir la calidad de vida de todos, lo mas que se pueda.
Cuando se dice libertad, no siempre se evoca a promover las capacidades de las personas, su inventiva e innovación; muchas veces se quiere decir, que el que tiene mas saliva trague mas pinole, y que no existan restricciones para invadir las libertades ajenas.
De esa misma forma los derechos humanos son operativos con fines políticos, y en su caso, son un invento de poder.
En 1948 recién terminada la guerra con Alemania y Japón, los países aliados comúnmente llamados occidentales, impulsaron la Carta de los Derechos Humanos, con el fin de edificar una estrategia a partir de la entonces útil, para ellos, ONU.
De esa manera se catapultó un paquete de innovaciones en materia política internacional, cuyo fin era confeccionar un cinturón que pudiera con el paso del tiempo, apretar a las dictaduras que no eran afines a los vencedores estadounidenses de la guerra mundial.
Muchos los vieron innecesarios, en especial los países como México normados por un Derecho Positivo, antagónico a la teoría de los derechos naturales o iusnaturalismo. Pero pudo más la moda y se implantaron.
Los académicos presentaban a los derechos humanos, como derechos de tercera generación; decían que una primera generación eran los derechos civiles y políticos, vinculados a la defensa y protección de la vida de las personas y sus bienes; los de segunda generación, aquellos derechos económicos y sociales, como las políticas de bienestar, el Welfare State, que surgió en 1867 a partir de la política social que adopta Bismarck el canciller de Alemania.
Y los de tercera generación, que buscaban generalizar actos jurídicos, con una carga mas que todo filosófica e indudablemente hasta poética. Los DH incluyen todo lo imaginable: a la justicia, a la paz del mundo, a la resistencia, a la desobediencia, al pensamiento, a la religión, a la conciencia, a la felicidad y toda suerte de caprichos, bajo el argumento de que la dignidad humana no debe ser menoscabada.
Hoy los DH son un arma hasta para delinquir sin consecuencias, hay extremos que aducen que, si alguien se considera un vegetal, debe respetarse esa convicción; si ese vegetal quiere casarse con un ave, puede hacerlo; porque se pondera, algo que dicen es, intrínseco, su dignidad.
De esa manera la locura como degradación de la realidad, desaparece para dar lugar al enfoque de una tolerancia de la fantasía con las graves consecuencias de que los demás, están obligados a reconocer esa insania mental so pena de ser declarados intolerantes y enemigos de los DH.
Pero la reflexión en sí, trae una relatoría de la realidad política mundial en el terreno de las potencias.
Porque en 1973 Estados Unidos maniobró para que los países europeos firmaran la Carta de Helsinki, producto de la Conferencia sobre Seguridad y la Cooperación en Europa, que inició en julio de 1973 y terminó en Ginebra en septiembre de ese mismo año. Los altos representantes eran del lado capitalista como del comunista.
En plena guerra fría.
Aparte de los europeos estaban Canadá y por supuesto EUA que, de los diez principios políticos acordados, en el séptimo, les clavó el de los derechos humanos, con toda la intención de que a partir de esa aceptación se implementaran políticas de desestabilización, al interior de la URSS y con sus aliados: Polonia, Hungría, la República Checa y los demás de su órbita.
Esa fue la piedra de toque para jalonear a los regímenes comunistas, promoviendo su caída. La jugada dio frutos. Los comunistas nunca pudieron con ese discurso y ese argumento penetró, lacerando la cohesión y el autoritarismo del mando de los partidos comunistas en Europa, que al fin sucumbieron.
Hoy las cosas ya no son así, y la política de derechos humanos es un adefesio que lo mismo instiga violencias, vandalismo y defiende delincuentes; como promueve ocurrencias a nivel de alentar derechos a la pedofilia, a la antropofagia, al aborto y a la eutanasia; dentro de un catálogo que empuja a patear a la basura, los otros derechos, los derechos que justifican la existencia del mismo Estado como son los que se refieren a la seguridad y a la propiedad, que se ven desdibujados por políticos que tratan de socavar las culturas de la libertad, acotada a no invadir la de los demás.
El alcalde de Londres Sadiq Khan un musulmán de padres paquistaníes, es el perfil de expertos en derechos humanos, que como insignia de combate, alientan a las masas a la destrucción de la cultura que les dio asilo. Otros dictadores como Maduro, Daniel Ortega o los de Cuba, hacen caso omiso. Los hay como aquí. López Obrador que mencionan a lo DH en los discursos, pero son pretexto para reproducir arbitrariedades.
Y ese es el dilema de EUA, los derechos humanos fueron totalmente implantados desde otra perspectiva; y ahora a ellos principalmente, ya se les revirtió como un bumerang. Ahora se enfrentan con insurgencias depredadoras, como las del grupo violento Antifa -Acción Antifascista- (Antifaschistische Aktion, en alemán) y activistas del bolivarismo, que se han montado en esos esquemas de DH.
Por lo que pronto, es muy probable que se requiera una nueva interpretación de esos ideales, que hace tiempo dejaron de serlo, para convertirse en una secta con dogmas antihumanos.