Columna del 15 de julio del 2020
Las dos Romas, el dilema de Estados Unidos y Rusia
Jorge Miguel Ramírez Pérez
En el año 476 de nuestra era cayó el último emperador romano de Occidente, en manos de los godos que se hicieron de todo lo logrado desde la fundación de Roma, por el legendario Rómulo y su hermano Remo perseguidos por las fuerzas de Albalonga, el poblado latino de donde provenían. Pero casi cien años antes de esa caída, Teodosio había dividido el imperio entre sus dos hijos, a Arcadio le dio la parte oriental y Honorio se quedó con el Occidente del Imperio. De modo que la cultura romana mientras la Roma clásica caía, prevaleció en Bizancio hacia el oriente, el norte de Europa del Este; Grecia, los demás territorios balcánicos y el Mar Negro, cerca de las regiones históricamente rusas.
El último siglo de la Roma itálica, fue una decadencia persistente. Se sucedieron emperadores débiles y sin legitimidad, mientras los diversos pueblos bárbaros invadían el imperio y se apoderaban de sus enormes espacios en el continente europeo, en Britania y el Magreb y en toda la costa mediterránea.
La Roma bizantina duro mil años más. En términos de poder político, de hecho, hubo un traspaso geopolítico entre la Roma de Italia y Bizancio, porque las instituciones romanas prevalecieron en la parte de Europa Oriental, enriquecidas con características propias de esa enorme zona. Las diferencias conformaron otros enfoques, la Iglesia católica se dividió en la latina que institucionalizó el papado y con ello su negativa admitir otra autoridad; y la griega, que se denominó ortodoxa, con obispos sin papa y sin celibato. Los ortodoxos argumentaban que históricamente los apóstolos bíblicos, primero habían visitado y fundado iglesias en lo que después fue el Imperio Romano de Oriente, en Bizancio, antes que en el Imperio latino.
Y hoy después de tantos siglos, algunos fenómenos culturales tienden a prevalecer en la disputa por Europa. Las olas de invasión cobran nuevas imágenes. Hoy no son los barbaros germanos quienes se aprestan a apoderarse de Europa, sino las migraciones de refugiados, unos alentados y otros por necesidad, que han penetrado en una Unión Europea, complaciente y excesivamente indefinida en materia de migración, de cultura y religión que aparece no solo tolerante sino promotora políticamente de su desestructuración como ente cultural homogéneo.
Hoy, hay políticos abiertamente islamistas con discursos antieuropeos encabezando alcaldías como Kahn, el de Londres de padres paquistaníes; especialista en derechos humanos; otros, en Escandinavia ocupan carteras en los gobiernos de Noruega o Suecia y se declaran ajenos a la vida cultural de los nórdicos. Sus ideas son similares al Talibán o al Estado Islámico, sin evidenciar las fauces, todavía. Alemania tiene una población en la que más de la quinta parte son turcos musulmanes, entre ellos kurdos, que mantienen un conflicto permanente con los demás turcos.
Y todos, aleccionados por una interpretación extremista de los derechos humanos, de los que subrayan su desprecio por las culturas que les dieron abrigo y por las instituciones europeas. De hecho, la capacidad de cabildeo de las causas islámicas en Estrasburgo, sede del Parlamento Europeo es indiscutible.
La decadencia de Europa empezó al adoptar las ideas estadounidenses, pero sin límite, descontextualizadas y con una fuerte connotación hacia el libertinaje. El brinco desde los autoritarismos como en España, hacia lo anarquizante y excesivo, no ha tenido pasos intermedios.
La inutilidad de la Unión Europea como ente político con pretensiones de integralidad, se mostró en la pandemia, no hubo mando, no hubo medidas de coordinación, ni de prevención.
Hace menos de dos meses EUA tuvo que mandar más de 30 mil efectivos militares en medio de la pandemia, para persuadir a Europa, y recordarles que tiene un compromiso con Occidente. Pero los mandatarios influyentes y de peso en Europa, como la canciller alemana Angela Merkel, se niegan a pagar las cuotas correspondientes para mantener a la OTAN competitiva militarmente.
Ese es el imperio romano de occidente, invadido con gente e ideas contrarias al ser europeo, permisivo e indefinido.... y como resultado, enfriando sus nexos con EUA, el eje de la coordinación mackinderiana que considera a Rusia, como la potencia de amenaza prioritaria.
Por el otro lado, emerge el imperio romano de oriente, la Rusia, con el liderazgo de Putin cuyo mandato se puede decir sin equivocaciones que tiene perspectivas vitalicias. Su discurso incluye una plurietnicidad, pero coordinada bajo su égida. El rechazo directo al terrorismo musulmán, Putin cuenta como emblema de su discurso en el colectivo imaginario, los terribles sucesos de Osetia del Norte donde hubo 334 muertos de ellos 186 niños que masacraron los terroristas, ante quienes no cedió. Su posicionamiento es claro contra el nazismo, contra los extremismos y contra los yihadistas.
Rusia con fuertes inversiones de energía para Europa y con avances tecnológicos evidentes en el ramo militar, tal parece que quiere se produzca ese traspaso geopolítico de parte de los Estados Unidos, para quedarse con Europa.