Columna del 12 de agosto del 2020
Narcoestado, México país de un solo hombre con oposición quemada
Jorge Miguel Ramírez Pérez
La historia de México sencillamente es la historia de un autoritarismo tras otro. El balance es tan desafortunado que prácticamente tenemos un sistema político decimonónico, es decir, de uso común en el siglo XIX. Un fulano que manda dictatorialmente sin que nadie en verdad se le oponga. Lo único que favorece hasta ahora, desde que salió el último presidente autoritario pero eficaz: Porfirio Díaz, es que nadie repite en la presidencia, el que lo intentó hace casi 100 años fue Álvaro Obregón, y le fue tan mal, que recibió 19 balazos de los generales que según ellos querían matar a León Toral, el chivo expiatorio, quien por cierto no recibió ni uno solo.
Ese mando unilateral semejante a una orden secreta de conjuras ocultas, ha sido terriblemente costoso para el país. Las ocurrencias de cada jefe político se suman sin fin. Ha habido quienes querían ser "Mister Amigo, Como Miguel Alemán haciendo el papel de lanchero. Antes como Cárdenas, que arrancó el socialismo utópico, sin pies ni cabeza; otros, como López Mateos, Díaz Ordaz o Echeverría; que en cualquier movimiento veían una conjura comunista; de la Madrid que era un contador que no le salían las cuentas. Salinas que, en el momento de mayor proyección para el país en el comercio mundial, se aferró a imponer un favorito y se lo mataron, y para colmo cargó con la culpa. Vende patrias como Zedillo, pocos. Un tonto útil como Fox o berrinchudos como Calderón. Peña, un frívolo de Atlacomulco y éste, que ya declaró a México como narco estado, falta la categoría inferior: narco estado terrorista.
Esas características de los presidentes hablan de una sola cosa: poder de más. Es todo.
Porque con poderes medianamente equilibrados, los desequilibrios políticos y mentales no serían tan agudos y de tantas consecuencias negativas. Así llegamos hasta hoy, donde las instituciones sirvieron para prostituirlas y expoliarlas y por eso, como si fuera una fábula de un cuento chino, la lógica llamó al que iba a mandar las instituciones al diablo, no a reformarlas, ni a reconstruirlas para eso se necesita talento, valor y conocimiento... la tarea era destruirlas, el trabajo literalmente del chamuco, a lo burdo, como lo hacen dictándoles en la plenaria a los nuevos consejeros del INE, las instrucciones "superiores", ese aventurero o filibustero, prófugo del siglo XVIII, un tal Ackerman.
En ese patético escenario todo indica que hay órdenes para cargarse a Peña, pero los de aquí, quieren también al sobrado de Felipe Calderón. Y muy salsa dice el tipo de los alipuses, "me hacen los mandados" está seguro que no hay pruebas, porque son presidentes y no firman nada. Son irresponsables oficiales; a Felipe se le olvida que el autoritarismo está fincado en el espectáculo y si el circo se presta, te cargan sin pruebas. Ya lo va a ver, así les hicieron a muchos en su momento, aunque lo común era acalambrarlos para sacarles lana, como los esbirros de Rafael Morgan en la Función Pública y por supuesto las atrocidades y secuestros de Genaro García, que ya lo pide México extraditado para llegar a un acuerdo como el de Lozoya, hacer teatro y que el show deba continuar.
Las leyes no importan, lo que importa es el espectáculo que, por cierto, debería no ser un circo sino un cadalso.
Y quedan para miniseries los despidos del autoritarismo miope, que les da una patada a inútiles que cobraban como secretarios de un gabinete mas muerto, que un cadáver de los desaparecidos en aras de los negocios de la maña. Porque el negocio de los paraísos ficticios incluyendo las fantasías de izquierda y de cambio de sexo, es tan espeluznante que hablando de miniseries hay una de Netflix, científica, donde analizan los restos masivos de las heces humanas que salen de los albañales, y es impactante la cantidad de residuos de drogas en ríos, lagos y en los mares. ¡Una humanidad tragando y zurrando drogas! No dijéramos un negociazo de un narco estado, sino todo un narcomundo atascado en las adicciones.
Y ponerle el título vergonzoso a México de que "era un narcoestado" ¡oh sorpresa! ¿ya no? Porque nunca antes se definió esa subcategoría, por quienes hoy se rasgan las vestiduras. Muchos señalamos el peligro, ellos no.
Porque si lo dice una autoridad es otra cosa, si hay seriedad es que ya se tiene toda la estructura bajo proceso, no es una ligereza, es más de lo que dice Donald Trump de México, cuando menciona a los "bad guys". Hablar de narcoestado es referirse al carro completo. La figura incluye presidentes, gabinetes de seguridad pública, de la procuración de justicia, de los jueces, de las policías, todas, federales, estatales, municipales, muchos gobernadores y alcaldes, senadores, diputados y mandos y tropa del Ejército y la Marina, hasta los burros como en Bolivia o Venezuela. Todos, por supuesto los de Gobernación, y aduanas. Y a los ciudadanos puede parecernos que es así, pero es a la autoridad a la que le toca cargarlos, no hacer el papel de comentaristas, ese rol es para otros.
Ahora a entrarle, a lo dicho, armar el hecho y pecho. Nada más, no hay otra cosa.
Pensamos que el tiro viene de afuera y deben echárselo.
Y si así resulta con pruebas judiciales o mediáticas, que son las que tienen, lleva a la quemazón a la oposición que fungieron de tapaderas. Y si son hábiles deben ceder el paso a otros que tengan la cola menos nauseabunda.