Columna del 10 de marzo del 2021
Difícil pero necesario resolver la violencia contra las mujeres
Jorge Miguel Ramírez Pérez
Los factores culturales en los que la mujer cotidianamente se mueve le son adversos. Eso es innegable.
Existe una inveterada costumbre por privilegiar a los hombres desde pequeños, incluso desde su nacimiento. Los varoncitos generalmente son bienvenidos, mientras que a las niñas se les ve en su modo positivo, como un efecto decorativo de una familia, de un hogar, en el mejor de los casos como una muñequita. A las niñas se les enseña a servirle a sus hermanos, jamás ellos a ellas.
Así poco a poco, por la suave, se les va desvalorizando a las mujercitas; se le va negando desde su temprana edad, de un proyecto propio, aún en el siglo XXI. El proyecto de la gran mayoría de los padres, ambos, para sus hijas es la expectativa legítima de que lleguen a formar una familia, y se conviertan en las amas de casa, punto. Actividades, por supuesto indispensables y encomiables, porque es la mujer la que hace el hogar con su sola presencia. Pero de ninguna manera, son formas limitativas o encajonadoras de la creatividad, empuje y responsabilidad de la mujer en otros campos donde tiene igual, o mejores talentos que muchos varones.
Ha sido en los últimos años que las mujeres se están revalorando a sí mismas y a la vez militando por las oportunidades, que la historia de la humanidad les ha escatimado. La lucha es en todos los frentes, en el círculo inmediato de la familia, en la iglesia, en la escuela y la academia, en el laboratorio, en los talleres, en las profesiones y también en el ejercicio del poder público.
Contra viento y marea han ido surcando su nave por el lugar que merecen las féminas, y entre los muchos ejemplos, no omito recordar a la claridosa y atinada primer ministro del Reino Unido, Margaret Tatcher, que tuvo enormes escollos en su propio partido, el conservador, con los bloques de poder del machismo escarnecedor. Con todo, han sido los conservadores británicos, lo que han seguido impulsando liderazgos femeninos en momentos difíciles, como fue el de Teresa May, recientemente.
El caso de México, si bien es parte como muchas naciones, de esa tradición negativa de restarle importancia a las mujeres, la realidad se vuelve atroz cuando son ultimadas cerca de un ciento de mujeres diariamente, con escasas detenciones de los causantes de sus muertes.
El balance numérico de los crímenes contra las mujeres, frío, es impactante, pero si atendemos cada caso, de cada tragedia, el panorama es más sombrío aún: muchas mujeres recurrieron a instancias previamente a alertar los graves riesgos que percibían o padecían; y fueron minimizadas o atendidas sin que se entendiera el horizonte del peligro que experimentaban. Muchas, las más, han sido víctimas de sus cercanos, quienes se supondría brindarían afecto y respeto. Pero se descubrieron con felonía y odio; la lista de casos es grande y crece.
No se avanza, sobretodo, porque lo que impera es la impunidad. Se evita a toda costa castigar a los maridos y novios golpeadores, se les pide a las víctimas testigos en el acto, que no sean parientes de la ultrajada... en pocas palabras se pone en duda por sistema, el dicho de las mujeres, y la autoridad busca explicaciones emanadas de la lógica del machismo. De hecho, juicios postergados que requerirían un obvia y urgente resolución como son los de manutención de los hijos procreados, se alargan, y dan lugar a todo tipo de recursos legales, para evitar cumplir con las obligaciones, los derechos de las criaturas se ven subordinados a las estrategias de los abogados para que los padres irresponsables, se burlen de las leyes.
¡Claro que todo ese drama genera furia!
Pero en la cara opuesta de la misma moneda, se destaca la sombra siniestra del vandalismo anónimo; que, ante las justas demandas, no faltan los colados, los provocadores que traen un plan de causar víctimas, más de ellas; y levantar fuego donde estaban los rastros del incendio. Eso mismo, se repite como en 1968, donde se metieron los reventadores de todos lados, y es hora, que le sigue pesando al pueblo mexicano, haber caído y prohijado en ese holocausto. Los heridos de ayer en su mayoría mujeres policías, padecieron la rabia, de resentimientos ajenos. Y dicen que no pasó a mayores: ¿qué esperaban?
Se contradice la petición también, de respetar la integridad de las mujeres cultural y legítimamente, con la exigencia de interrumpir la vida embrionaria de seres mucho más indefensos, los pequeños en gestación. Difícil situación para las autoridades, pero también para los liderazgos de opinión, los morales y los familiares que no alcanzan a distinguir que hay un mandato cultural desde la Creación de parte de Dios, para poblar la tierra, en el que el recipiente privilegiado de esta procreación son las mujeres.
¡Urge detener la violencia contra las mujeres, todas, hasta a las que les quieren interrumpir la vida desde la gestación!