Columna del 17 de marzo del 2021
Biden enredado en su propio discurso, le echa la culpa a Trump
Jorge Miguel Ramírez Pérez
Joe Biden, el presidente de Estados Unidos debe dejar de ser el grillo demócrata adulador, sobador y poco útil, que ha sido en toda su carrera política. Biden necesita asumir su investidura, aunque alrededor estén urgidos los de su partido, por encumbrar a la señora Kamala Harris, de quien esperan un carisma fuera de lo común, quien por su origen extravagante indo-jamaiquina, muchos estadounidenses como los filosófos del Aerópago, solo están interesados en cosas de la moda de pensamiento o actitudes, y que esa novedad, sustituya la efectividad que requiere la oficina ejecutiva de esa gran nación que es Estados Unidos de América.
En menos de dos meses de haber tomado posesión, Biden a pesar de lograr un importante acuerdo pecuniario, de 1.9 billones de dólares algo sin precedentes, con apoyo de los republicanos; dinero que en parte ya había cocinado Trump en el tema de las pequeñas empresas, cuyo fin era poner dinero fresco en los bolsillos de los ciudadanos; no le salen las jugadas porque se le revierten por el peso de una realidad que trastoca todo: el tema migratorio lo rebasa. Al no tener una respuesta pronta y definitiva, solo se le ocurre culpar a su antecesor. Y al señalarlo, lo que les está dando es el micrófono como reacción natural y derecho de réplica, para responder alusiones personales.
Se pone de pechito Biden.
Y es que lógicamente desde que llegó oficialmente Joe Biden declaró, que iba a cambiar la política migratoria a la que su partido desde diferentes plataformas, ha considerado deshumanizada, en particular la crítica contra el muro que publicitó Donald Trump, que por cierto, fue impulsado con mucho interés desde que Obama era presidente y Biden su vicepresidente, entonces no hablaron mucho de lo ofensivo que podría ser ese muro, porque lo estaban haciendo a la sorda, pero casi con mayor efectividad de la que dragoneaba Trump.
Entre los temas migratorios uno muy controvertido era volver a la era de Obama, en la que se facilitaban a los originarios y residentes de países musulmanes radicales, entrar a Estados Unidos como nunca antes. Esa tendencia que ponía en duda las reglas de seguridad nacional para los Estados Unidos de América, se entendía porque Barack Obama, cuyo padre y familiares eran y son musulmanes, y él propio expresidente residió en su edad temprana, la etapa de la educación básica en Indonesia, un país intolerante con los cristianos donde oficialmente se les odia y persigue violentamente, y criado en ese entorno, era lógica su permisividad y simpatía por los extremistas islamistas con los que ha convivido.
Pero Biden, no estaba en ese contexto afectivo protomusulmán, para abrirle puertos y fronteras a quienes quieren la destrucción de Occidente por las buenas o las malas, más de estas últimas. Al revés, Biden con cualquier pretexto presume de ser católico, de los católicos que a su modo, hacen caso omiso de la doctrina y de las declaraciones papales en las que como recientemente señaló Francisco, no se puede bendecir los matrimonios que no son de un hombre y una mujer. Es decir, Biden como muchos políticos es creyente de la secreta, nadie lo sabe, ni el mismo; porque lo primero que ha hecho, es promover esas relaciones de las que él, personalmente ha sido oficiante de seudo bodas contrarias a la catolicidad.
Pero de acuerdo a las declaraciones de la jefa de prensa de la Casa Blanca Pem Psaki, lo que si le cala a los de la nomenklatura demócrata, es que con las redes que dan cuenta de la realidad, sus discursos de humanitarismo dejan de ser verdad, sencillamente en menos de quince días fueron detenidos 3,500 menores por los servicios de migración, y por lo que respecta a los trámites, después de colas de penurias y de uno y hasta más años, solo le dieron cita a 25 personas en la frontera con México, de más de 25 mil que piden asilo político en el país de las barras y las estrellas.
Y el efecto discursivo de Biden sobre mejor trato para el ingreso a EUA, resultó junto con la hiper difundida ayuda de 1.9 billones, para los ciudadanos estadounidenses, el mayor imán para que los pobres del mundo, los "condenados de la tierra" como les decía Frantz Fanon, en su alegato anticolonialista del siglo pasado; se vuelquen desesperadamente por toda Centroamérica y México, para llegar a la puerta cerrada, del paraiso de oportunidades, del que se imaginan que, aunque sea a nivel de migajas, puedan lograr su gran propósito, de hacerse americanos a la larga, como una salida que vale todos los riesgos para la gente desesperada de países, que con todo respeto, no son viables como tales, sino botines de sus políticos y allegados.
No cabe duda que los ansiados beneficios sociales tan apetecidos llevan en si mismos el germen de la entropía, tal como enuncia la segunda ley de la termodinámica, porque haciendo un aparente bien a la economía, éste paquete como decía Hazzlit se convierte por desconsiderar todos los factores sistémicos del beneficio en juego, en un dolor de cabeza que afecta y descompone los equilibrios, y ahora sobran en todo el mundo los que quieren beneficiarse de los anuncios demagógicos de un Biden, que con todos sus años resulta ser novato.