Columna 23 de junio del 2021
La endeble democracia mexicana se muere, nadie la defiende
Jorge Miguel Ramírez Pérez
Sí, nadie defiende a la democracia, porque los ojos del resentimiento y los cerebros del pragmatismo brutal, no quieren ver los peligros de su desaparición en México. La sed de venganza que se ha anidado en las masas es mayor que las razones concretas para cultivarla.
Lo mismo aplica en las mentes excesivamente prácticas de la filosofía de que: "haya sido como haya sido", para quienes los números escuetos son suficientes. Como si pudieran recortarlos de la imagen de una elección en muchos estados, como en Sinaloa, que huele a podrido; y la receta de los corifeos es seguir con el proyecto de borrón y cuenta nueva. Mientras la oligarquía no se toque, lo demás es lo de menos.
Por eso veo agónica a la democracia.
Porque de por sí la implantación de la democracia fue una apuesta cupular en México, enmarcada en las euforias de la caída del sistema soviético en Rusia y en las presiones hegemónicas manifiestas, haciéndonos recordar a Josep Colomer que afirmaba que las democracias impuestas desde arriba, son ineficaces y dolorosas; la mexicana tiende a caerse por esos orígenes y porque nadie la defiende porque no la entienden con cabalidad.
En realidad, la gente cree que la democracia es cambiar de amo. Así de absurdo es el entendimiento de la política en nuestro país.
Pero, vayamos por lo básico: la democracia y la violencia son antagónicas. Si hay un sistema político que es refractario a la mecánica de las violencias sociales, es el democrático.
De hecho, la democracia es la salida que conocemos en política, para evitar la lucha con el más fuerte, y sustentarla en el mecanismo de las mayorías con respeto de los derechos de la minoría.
La democracia en ese sentido es palabra, diálogo, un rasgo de civilización en el proceder político, de ninguna manera barbarie cacical o delictiva.
Por eso Michelle Bachelet, la Alta Comisionada en Derechos Humanos de la ONU, fustiga las elecciones mexicanas como un síndrome de violencia consustancial, porque el número de muertes derivado de el proceso es de noventa y tantas personas, y pone el dedo en la llaga a los políticos locales, que dicen que no pasó nada, que hay que seguir para adelante. La Bachelet mencionó a Sinaloa.
Y creo que de toda la ONU, la Bachelet es de las pocas que sabe y entiende lo que pasó aquí.
La reprobación internacional no les importa a los interfectos, están contentos, les salió la jugada por las buenas y por las malas dicen. En otras palabras, este tipo de agandalle se vuelve permanente, porque no hay culpables, aunque haya habido víctimas, y la principal, la ciudadanía que confiaba que salir a votar era seguro, ¡vaya que ilusos somos!
El México de la impunidad vuelve a ganar ¡al carajo!, ¡al diablo las instituciones!
De lo que se trata es aparentar gobierno, hacer como que se hace, acaban de decir que van a rifar playas para financiar una presa, que antes de las elecciones hasta fecha de terminación daban. Y es que es igual, no hay ciudadanos, son mascotas.