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LEA, el obstinado

Columna del 12 de julio del 2022

LEA, el obstinado

Jorge Miguel Ramírez Pérez jmramirez3

 

Hay quienes dicen que lo pasado, en el pasado está; y sugieren que hay que evitar siquiera comentar algo negativo de las personas que ya no están entre nosotros. Suena muy cortés, y es válido sobre todo en el ámbito de lo privado, de las relaciones interpersonales; no aplica así en el tema de lo político, de lo que se refiere al espacio público. Eso es parte de la historia, de los sucesos colectivos que beneficiaron o dañaron a muchas personas, en un tiempo determinado.

Luis Echeverría Álvarez conocido como LEA, fue el presidente que nunca se arrepintió del daño causado a México, por eso tiene muchos críticos, la mayor parte no lo conocieron personalmente o no lo padecieron directamente.

Echeverría fue presidente de México, mediante un golpe de estado de facto, una conspiración contra el ejército mexicano y en contra de Gustavo Díaz Ordaz, su antecesor, en ese orden. Lo logró con una matanza: la de Tlatelolco, que no se explica sino como fue, agentes encubiertos del propio gobierno que dispararon contra elementos del ejército a mansalva. Lo demás fue la reacción lógica.

El vehículo de su apoderamiento fue la extinta Dirección Federal de Seguridad el brazo ejecutor de las decisiones autoritarias del estado mexicano de esa época. La mente operativa fue Fernando Gutiérrez Barrios, El Pollo, a quien le gustaba presumir que era la mano de hierro, con guante de seda. Trataba a todos con aparente y estudiada caballerosidad.

Echeverría era un obstinado. No se detuvo ante nada para llegar a la presidencia y una vez allí, pretendió prolongar su mandato, extender sus obsesiones, con las nuevas generaciones de efebos que siguieron siendo protegidos del perverso: José Nelson Murat Kaasab, Fidel Herrera, Beatriz Paredes, Ignacio Ovalle, o Porfirio Muñoz Ledo quienes gozaron de posiciones políticas inmerecidas, siempre al cobijo de la mente retorcida de su amo. Parece que ninguno de ellos fue a sus exequias, les ganó probablemente la repugnancia; si es que no fueron impregnados por ésta, en toda su extensión existencial.

Echeverría fue protegido de Vicente Fox, desde antes lo conocía, hay fotografías donde aparece éste junto con sus amigos; incluido, José Luis González, El Bigotes, y Korrodi alrededor del entonces presidente priísta. Por eso no continuaron los de la alternancia con el proceso penal que debían haber terminado condenándolo de los crímenes políticos premeditados.

Con Zedillo, antes, participó Echeverría en el tinglado del asesinato de Luis Donaldo Colosio, un crimen al estilo vernáculo del Julio César de Shakespeare; José Murat fue el organizador de la trampa en Lomas Taurinas, donde todos los estamentos del poder, la nomenklatura, en sesión solemne en la zona fronteriza, le clavaron un cuchillo, en este caso simbólico, pero igual, eficaz.

Se repitió la escena de otro sonorense, Álvaro Obregón en el restaurante la Bombilla, donde 23 generales dispararon contra León Toral, a quien ningún tiro acertó, en cambio todos fueron contra el presidente electo por segunda ocasión.

Propuso Echeverría a Gamboa Patrón y a otro, me parece que era Pedro Aspe protegido del magnate y político Lloyd Bentsen, para reemplazar al extinto candidato, con el fin de quemarlos para que Ernesto Zedillo, protegido de los Bush, tomara la estafeta. Así era Luis. Un ayudante de Díaz Ordaz, Homero Sepúlveda, no podía creer que era el mismo diablo vestido de ángel, el que se hincaba ante doña Lupita Borja, la esposa de Díaz Ordaz, a tomarle de las manos acongojado por las dolencias de la dama.

Traidor entren traidores se deshizo de todos los efebos del general Rodolfo Sánchez Taboada, compañeros y testigos de la misma condición de esos años mozos de vergüenzas, acalladas en la escalada de la codicia política. Echeverría lo mismo inventó guerrillas, que acalló a sus cómplices, mandándolos ejecutar. Odió a Garza Sada desde que le condicionó el apoyo a la presidencia a cambio de designar a Eduardo Elizondo, entonces gobernador de Nuevo León, para que se comprometiera en su momento, convertirlo en su sucesor. Hasta allí llegó Don Eugenio, en poco de tiempo lo ubicó, donde los planes y los juramentos se olvidan.

Hay muchas anécdotas ciertas que lo muestran malvado, cobarde y a la vez estúpido.

LEA era incoherente, los discursos para distribuir a la prensa los elaboraban en la oficina de Fausto Zapata Loredo. Una vez para una revista juvenil, que se llamaba Fuego, se me ocurrió estrenar una grabadora portátil que empezaban en el mercado. ¡Jamás pudimos descifrar dos frases coherentes!

Era Luis del yoga, de ideas esotéricas orientales, muchos colaboradores eran de esa ralea, él también era aficionado a la teosofía y nombró en INDECO como subdirector a un exfuncionario de Gobernación miembro de esa secta. Las oficinas de la institución las ubicaron en un antiguo templo satanista en la calle de Niños Héroes, en los años de la segunda guerra, fungía como hotel. Todavía está de pie y debe pertenecer a la secretaría de Bienestar.

Luis el mayor latifundista urbano de Cuernavaca, era del oficio de tinieblas. Se decía nacionalista extremo, era un vulgar fascista que culpaba de fascistas a otros. Enemigo de todo lo que fuera o se llamara Dios, admiraba a los tiranos del mundo comenzando con Fidel Castro, o Mao el masacrador de China. Estaba obsesionado con convertirse en líder del tercer mundo, una locura que le alimentó Muñoz Ledo.

Echeverría odiaba el sistema capitalista porque no le gustaba la competencia, y era antisemita, hizo declarar a México que Israel era sionista como sinónimo de racismo. Lo suyo era el autoritarismo en bruto y en sus miedos le robó a México, los sábados y los domingos, para realizar giras interminables de la nada hacia la nada; y le robaba el sueño al personal publico. Las oficinas estaban en guardia permanente las 24 horas; los mandos de todos los niveles, permanecían esperando un bomberazo de algo, que nadie podía imaginar. A las cinco de la mañana o a las doce de la noche podía llamar a reunión en San Jerónimo, donde tenía a la gente, líderes y funcionarios en reuniones simultáneas en diferentes salones, donde él jamás hablaba, y se autosugestionaba durmiendo aparentando estar despierto, era un yogui consumado.

Un avanzado de la simulación, destrozó el control inflacionario, adquirió empresas inservibles o muy endeudadas, adquirió préstamos impagables y acabó con la economía del país que en la era de López Mateos y de Díaz Ordaz, era conocida como el milagro mexicano, por sus tasas de crecimiento arriba del 6% que jamás ni lejanamente volvieron a nuestro país. Aumentó la burocracia compulsivamente y quiso destruir la agricultura comercial. Finco las crisis económicas en México. No hizo más daño porque se le acabó el tiempo. Cuando se fue en diciembre de 1976, ese mismo día México descansó un rato.