(ZENIT) Concelebraron cinco cardenales: el cardenal Norberto Rivera Carreras, el custodio de la sagrada imagen de Guadalupe y arzobispo de la ciudad de México; el cardenal Raymundo Damasceno, presidente de la Conferencia episcopal de obispos de Brasil; el cardenal Francisco Javier Errázuriz, de Chile; el cardenal Marc Ouellet, presidente de la Pontificia Comisión para América Latina; y el cardenal Sean O'Malley estadounidense con un fuerte arraigo en la comunidad hispana en su país.
El su homilía el Santo Padre indicó que “son los pueblos y naciones de nuestra Patria Grande latinoamericana los que hoy conmemoran con gratitud y alegría la festividad de su patrona, Nuestra Señora de Guadalupe”. Recordó que cuando María “se apareció a San Juan Diego en el Tepeyac, dio lugar a una nueva visitación”.
Y que la “más perfecta discípula del Señor se convirtió en la 'gran misionera que trajo el Evangelio a nuestra América'”. Además quiso quedarse con ellos: “Dejó estampada misteriosamente su sagrada imagen en la tilma de su mensajero para que la tuviéramos bien presente”.
Y “por su intercesión, la fe cristiana fue convirtiéndose en el más rico tesoro del alma de los pueblos americanos, cuya perla preciosa es Jesucristo: un patrimonio que se transmite y manifiesta hasta hoy en el bautismo de multitudes de personas”.
El Santo Padre añadió que esto sucede,“trastocando los juicios mundanos, destruyendo los ídolos del poder, de la riqueza, del éxito a todo precio, denunciando la autosuficiencia, la soberbia y los mesianismos secularizados que alejan de Dios”. María enaltece a los humildes, viene en auxilio de los pobres y pequeños “a los cuales hoy día el sistema idolátrico de la cultura del descarte los relega a la categoría de esclavos, de objetos de aprovechamiento o simplemente a desperdicio”.
“Y hacemos esta petición --añadió el Santo Padre-- porque América Latina es el continente de la esperanza; porque de ella se esperan nuevos modelos de desarrollo que conjuguen tradición cristiana y progreso civil, justicia y equidad con reconciliación, desarrollo científico y tecnológico con sabiduría humana, sufrimiento fecundo con alegría esperanzadora”.
“Y si este programa tan audaz --concluyó el Papa-- nos asusta o la pusilanimidad mundana nos amenaza, que Ella nos vuelva a hablar al corazón y nos haga sentir su voz de madre, de madrecita, de madraza, '¿Por qué tienes miedo si yo estoy aquí que soy tu madre?' “