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"La revolución es ser honestos en medio de un sistema corrupto"

Beppe Grillo web

Hasta hace apenas unos años, Beppe Grillo (Génova, 1948) era solo un cómico que, entre broma y broma, metía el dedo en la llaga de los principales problemas de Italia. “Los espectadores”, explica durante una larga conversación en Milán, “salían de mis espectáculos diciendo: bien, Beppe, ¿y ahora qué hacemos? De aquella pregunta surgió un programa político —cuyos dos puntos principales son la renta básica y la salida del euro— y una serie de listas cívicas con las que empezamos a entrar en los ayuntamientos y las regiones hasta llegar, en 2013, al Parlamento”.

El asalto al poder iniciado en 2005 por Beppe Grillo y Gianroberto Casaleggio, un empresario milanés experto en redes, es ya la segunda fuerza política en Italia, y dispone de 11 alcaldes, 17 parlamentarios europeos, 91 diputados, 36 senadores y 1.500 consejeros municipales y regionales. Además de por renunciar a una buena parte del sueldo y por rechazar los 42 millones de financiación pública que le corresponden, el Movimiento 5 Estrellas (M5S) es conocido por la negativa frontal de Beppe Grillo a pactar con el resto de las formaciones políticas.

Tan es así que, en 2013, Grillo tuvo la oportunidad de aliarse con el Partido Democrático (PD) y jubilar para siempre a Silvio Berlusconi, pero prefirió no hacerlo. “Nosotros”, afirma, “no podemos pactar con el PD por dos razones muy sencillas. En primer lugar, porque es un partido que siempre ha sido socio, de una u otra manera, de Forza Italia (FI), cuyo fundador, Marcello Dell’Utri, está en la cárcel por asociación mafiosa y cuyo líder, Silvio Berlusconi, fue expulsado del Senado después de su condena por delito fiscal. El PD y FI siempre han sido socios y hacen todo lo posible para que no cambie nada en este país. La segunda razón es que aliarse con uno o con otro para obtener algo a cambio supone reproducir el viejo concepto de la política. El compromiso, los favores, yo te doy una cosa y tú me das otra, sin tener en cuenta al país y a los ciudadanos. Nuestra verdadera revolución es la de ser honestos en medio de un sistema corrupto. Hemos hecho de la honestidad nuestra bandera. Italia está muy mal, y no se dan cuenta de que si caemos nosotros aparecerá Aurora Dorada [partido neonazi griego], fuerzas de ultraderecha que están naciendo en toda Europa. Somos nosotros los que mantenemos un poco la democracia en pie. Si caemos, este país se volverá peligroso”.

Beppe Grillo, frente a frente, es alguien muy diferente a su tronante imagen mediática. Él asume una parte de la responsabilidad — “tal vez algunos se hayan asustado un poco con lo de mandar a gritos a todos los políticos a casa, o con la amenaza de hacerles un proceso online para que devuelvan el dinero robado”—, pero acusa a los medios de comunicación italianos de “deshonestidad intelectual” al servicio de los grandes intereses políticos y empresariales. Consciente de que sus ataques a la casta —en la que incluye a todo el conglomerado del poder— le iban a dificultar el acceso a las televisiones, decidió prescindir de ellas y volcar todo el crecimiento del M5S a través de la red y, en especial, de su blog, el más visitado de Italia. “Pero ahí”, reconoce, “tal vez me equivoqué. Internet no es suficiente por el envejecimiento de la población, somos el país más viejo del mundo, y es muy difícil convencer a un señor de 70 años de que desde casa, con un clic, puede decidir si quiere entrar en la guerra de Irak, la prohibición de los juegos de azar o mejorar el futuro de sus nietos. No he conseguido llegar hasta esas personas. La gente de una cierta edad ya no hace la revolución. Mira por televisión qué candidato le gusta más que otro y le da el voto”.

También Grillo se ha topado con algunas incomprensiones internas. 18 diputados y otros tantos senadores se marcharon o fueron expulsados. Según Grillo, el motivo está claro: “Embarcamos en el proyecto a personas que ni siquiera conocíamos y resultó que eran débiles y se dejaron subyugar por el sistema. Pero yo estoy contento. Ahora somos más fuertes”. Sobre la posibilidad de que tampoco una parte de su electorado —casi 10 millones de votos— haya entendido su rotunda negativa a pactar, se muestra aún más seguro: “Prefiero que me acusen de ser puro y duro que de hacer pactos a escondidas con partidos corruptos. Prefiero perder votos por no pactar a ganarlos por aliarme con mafiosos”.