Juan Pablo Castañón
Llegamos al 78 aniversario de la expropiación petrolera, que dio pie a la creación de Petróleos Mexicanos, con la crisis más profunda en la historia en esta empresa.
Hemos insistido en que para resolver los grandes problemas que enfrentamos los mexicanos, si queremos superar los desafíos de la nación, tenemos que reconocerlos en su justa dimensión, para acometer las estrategias y acciones que proceden, en tiempo y en forma. En este caso, es fundamental que así lo hagamos.
Pemex no sólo tiene dificultades temporales de liquidez de corto plazo, sino un deterioro y desajustes estructurales que comprometen su viabilidad y supervivencia. La presión en el flujo de caja es la punta del iceberg de todos los problemas acumulados, que justamente hay que reconocer y resolver.
Es cierto que la brutal caída de los precios del petróleo en los mercados internacionales precipitó la crisis, pero la dimensión de los problemas responde a décadas y décadas de una falta de visión, una carente gestión, negligencia, abusos y en muchos casos corrupción.
Hay que reconocer que estos problemas los tenemos y los tenemos que solucionar, recordando que, aun con los precios elevados que tuvimos por varios años, de más de 100 dólares por barril, Pemex ha tenido un balance deficitario casi año con año. Acumula 11 años consecutivos de contracción en la producción.
La reforma energética abrió oportunidades y caminos para transformar a Pemex, pero no puede por sí sola resolver todos los problemas que tiene, ni suplir las decisiones estratégicas que deben tomarse, con todos los cambios que se requieren en la gestión y en la administración, para hacerla una empresa competitiva globalmente.
El éxito de cualquier reforma depende tanto de su concepción como de la ejecución de la misma. Pemex ahora está constituida, por ley, como una empresa productiva del Estado, pero tenemos que hacer que en los hechos opere como una verdadera empresa y que efectivamente sea productiva para el Estado Mexicano.
Hoy, la realidad es que es una de las empresas de energía más improductivas del mundo. Necesitamos que esta crisis sea el punto de inflexión para dejar atrás esta situación, y con las decisiones y cambios de fondo que hacen falta. Los retos son muy claros. Un pasivo laboral que creció más de 100% en cinco años, y que aún con avances que se han logrado para reducirlo, supera los 1.2 billones de pesos. Es casi el 7% del Producto Interno Bruto del país y se estima que sólo podrá amortizarse por completo hasta dentro de 40 años.
La deuda supera los 86 mil millones de dólares. El año pasado, la empresa tuvo pérdidas por más de 30 mil millones de dólares. Con más de 144 mil empleados, su productividad laboral es la más baja entre las compañías petroleras en el mundo: menos de 17 barriles por trabajador contra más de 37 de una empresa privada como Shell o 43 de una empresa pública como Statoil, de Noruega.
Las deudas con proveedores alcanzaron cerca de 145 mil millones de pesos. Afortunadamente se han encontrado soluciones para el problema de inmediato, que afecta a diversas cadenas de valor en las que participan miles de empresas, de las que dependen cientos de miles de empleos; pero subsiste la descomposición financiera, estructural de la empresa y su propia cadena de valor.
Los recortes anunciados, por 100 mil millones de pesos, también significan un respiro, pero de ellos, 46 mil millones corresponden al área de exploración y producción, el corazón del negocio de Pemex, su base de rentabilidad. Esto puede contrarrestarse con alternativas como alianzas con el sector privado y otros esquemas creativos, pero para que ello suceda, hay que afinar los incentivos y los instrumentos. Lo cierto es que no podemos permitirnos dejar caer a Pemex, que persista la tendencia de descomposición, sin una reacción contundente.
Las implicaciones de no responder adecuadamente al reto serían de amplio alcance y de graves problemas. Pemex no sólo financia cerca del 30% del presupuesto público; es eje central del abasto de insumos básicos para la población y la planta productiva. Hay estados y ciudades enteras que dependen de manera irremplazable de sus operaciones.
Sacar adelante a Pemex es un asunto de seguridad nacional, no sólo energética y fiscal, es del Estado Mexicano.
El Gobierno Federal ha señalado su determinación de estar a la altura de las circunstancias, adelantando un posible plan integral para rescatar a Pemex.
Esto urge, y debe hacerse de manera colaborativa con el sector privado, con las cadenas de valor, con los trabajadores, con todos los implicados, para que de una vez por todas, adaptemos a nuestra empresa productiva del estado en materia energética, en particular petrolera, para hacerla de competitividad global.
Lo más importante es que el plan de rescate vaya al fondo de los problemas, estos problemas que hemos descrito, que son de generación tras generación, no solo son de la coyuntura de los años pasados.
Soluciones efectivas a los retos pensionarios y laborales; a la corrupción endémica que existe en algunas áreas; reestructura efectiva para que haya autonomía, capacidad financiera y gobierno corporativo. Aprovechar fórmulas de capitalización, como las que existen por la vía bursátil, o de alianzas estratégicas, la desincorporación de activos, el fortalecimiento financiero, para enfocar a Pemex en lo que es el core business, el foco de su negocio.
Visión de largo alcance, en la concepción de una empresa de energía del Siglo XXI, y no sólo de explotación de recursos no renovables. Inversión en investigación y desarrollo, y flexibilidad e incentivos para asociaciones y aprovechar mecanismos como los farm outs.
Inversión en tecnologías, inversión en conocimiento, inversión en preparación de todo el activo humano que tiene Petróleos Mexicanos. Propiciar el desarrollo de clusters de energía e industriales. La reforma energética es fundamental para dar competitividad y empuje a la industria nacional. Pemex tiene que avanzar con ese imperativo. Se trata de refundar a Pemex, el Petróleos Mexicanos del Siglo XXI.
Por nuestra parte, participaremos con propuestas muy claras y compromisos en este sentido, desde las cadenas de valor, donde participan las pequeñas, las medianas y las grandes empresas, hasta en la política pública, para enfocar la solución de acuerdo a las necesidades de Pemex.
Hace 78 años se tomaron decisiones claves en función de las circunstancias del mundo y el México de entonces, durante este tiempo se construyó una empresa que respondía a esos tiempos. Hoy nos toca a nosotros, a esta generación, en estas circunstancias, la responsabilidad, de acuerdo a los retos de nuestro tiempo.