Muchas veces, cuando pensamos en educación, queremos encuadrar, delimitar, ordenar o cualquier otra acción que significa, a fin de cuentas, limitar el pensamiento del educando. Es una tradición educativa, una herencia, una cultura… pero que termina por hacer daño a la creatividad del individuo.
En general, los niños y jóvenes no tienen límites, desconocen las fronteras, sus paradigmas no son aún muy sólidos y por tanto tienen un pensamiento mucho más flexible que el de los adultos.
Ahora bien, cuando educamos a nuestros hijos o cuando éstos son corregidos por sus maestros, la palabra NO suele estar muy presente, y no nada más para prohibir determinadas acciones de riesgo, lo que es muy importante que aprendan, sino también para establecer procedimientos y métodos de trabajo, y es aquí donde me parece que cometemos un error.
¿Se imagina usted al padre de Mozart diciéndole que no tocara así el piano porque esa melodía no existía? ¿o a la madre de Miguel Ángel reprendiéndole por rayar las paredes? ¿o a la Virgen María regañando al niño Jesús por acercarse a los enfermos?
¿Cuántas veces decimos a nuestros hijos: ‘dibuja sin salirte de la línea’, ‘no digas tonterías’, ‘copia lo que dice, no inventes’?, y otro tipo de señalamientos que lo que hacen es ir coartando su imaginación, limitando su creatividad.
Es importante que como padres sepamos inculcar en nuestros hijos valores como el respeto a los demás, el orden y la disciplina personal y que enseñemos a seguir instrucciones y a trabajar en equipo; pero es igualmente importante que les demos toda la libertad posible para desarrollarse y crecer como personas, de manera que exploten al máximo sus cualidades creativas.
Este es un típico caso de equilibrios, ya que tan malo es el exceso como el defecto. Educar para la creatividad no significa que los liberemos de responsabilidades, ni que sometamos nuestra voluntad a la de ellos, sino que encontremos los espacios y las aptitudes en las que muestran mayormente esa tendencia creativa.
Uno de mis hijos tiene inclinación por el dibujo, otro por el deporte y otro más por la mecánica; a cada uno le tengo que dar espacios y herramientas para que desarrolle su creatividad de acuerdo con sus inquietudes e intereses, pero al mismo tiempo a los tres tengo que enseñarles a mantener su cuarto en orden, cumplir con sus responsabilidades escolares y respetar a su madre. Por eso es importante que pasemos tiempo con ellos, que los conozcamos, que sepamos de sus gustos, de sus anhelos de sus inquietudes y sinsabores.
Educar la creatividad no es sencillo, porque lo primero en lo que pensamos es en involucrarlos en lo que a nosotros nos gusta: “escribe” no se cuántas veces lo he dicho… pero ese es mi gusto, no el de ellos. Y sus aficiones a lo mejor a nosotros no nos entusiasman. Pero con el amor y cariño de un padre por sus hijos, fácilmente podemos superar esos escollos.