Me parece muy buen editorial.

En mi opinión, no se trata de hacer alianzas para así conseguir la fuerza electoral que en realidad no se tiene. Eso es jugar a la democracia simulada y trae gravísimas consecuencias cuando se gana, comenzando por la aplicación de programas de gobierno que son de imposible conciliación entre puntos de vista a veces tan dispares entre los coaligados.

Creo que más bien se trata de entender que en una democracia, gana quien consigue mayores simpatías por sí mismo y a su propio programa de gobierno. Una vez en el poder, desde luego que ese programa es el que debe implementarse, pero eso no significa que no pueda y deba ser enriquecido con los puntos de vista de la oposición.

Desde mi punto de vista, aún nos falta un muy largo camino por recorrer antes de alcanzar la madurez democrática que implica el lograr lo que te comento, pero en nada ayudan a lograrla, las visiones patrimonialistas y utilitarias del poder. Todos (sin excepción) andan jugando al "quitáte tú pa´que llegue yo" y al "ya llegué y ahora quítenme". Eso es democracia bananera y de ahí nada más no pasamos.

Tan absurdo es coaligarse con partidos contrarios a tus ideas, como llegar al gobierno solo y pretender nulificar a los demás. Y el colmo, es pretender que el gobierno haga lo que quieren quienes perdieron la elección. Por estas inmensas torpezas, es por lo que el país sigue sin avanzar.

Es hora de aprender a ponerse de acuerdo a partir de premisas democráticas básicas: diálogo, apertura, afán de buscar el beneficio del país antes que el propio y el partidario, respeto, cuidado de las formas diplomáticas y parlamentarias elementales, etc., etc,. etc.

Mientras no se recupere el sentido de lo obvio, ningún pacto (por más bien intencionado que sea) va a arreglar nada.

Jesús S. F. (México, DF)