En los albores de 1979, cuatro meses escasos después de haber asumido como sucesor de Pedro, Juan Pablo II viajó a México para, en el marco de una amplísima visita al país, inaugurar en Puebla los trabajos de la III Conferencia del Episcopado Latinoamericano (Celam).
Antes, apenas al concluir la multitudinaria recepción que millones le dispensaron durante su recorrido entre el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México y el Zócalo capitalino, el Papa ahora beato acuñó la frase que marcaría su entrañable relación con el pueblo mexicano, la misma que repitió decenas, cientos de ocasiones…
De mi patria, dijo ese 26 de enero en la Catedral Metropolitana “se suele decir: Polonia semper fidelis…Yo quiero poder decir también: México semper fidele, México siempre fiel”. De hecho, agregó, “la historia religiosa de esta nación es una historia de fidelidad… a las semillas de fe; a una religiosidad sencilla, pero arraigada, sincera hasta el sacrificio; a la devoción mariana; fidelidad ejemplar al Papa. Yo no tenía necesidad de venir hasta México para conocer esta fidelidad al Vicario de Cristo… pero agradezco poder experimentarla en el fervor de vuestra acogida”.
Hace apenas un año, Benedicto XVI, un pontífice descrito como lejano a las masas, serio en exceso, frío, arribó al país y, en cosa de horas, se transformó. La festiva, cálida acogida de la cual fue objeto en el Bajío no sólo dejó sin efecto las negativas previsiones sobre una ruptura entre el Papa y México sino que, incluso, evidenció el rostro más amable del otrora prefecto de la congregación para la doctrina de la fe.
Hoy, iniciado apenas el cónclave que en las próximas horas deberá elegir al sucesor del Papa ahora emérito, el recuerdo de lo anterior permite prever la festiva recepción que, sin importar su nombre, nacionalidad y/o cercanía en el pasado reciente, recibirá de parte de México, de la población mayoritariamente católica, el nuevo obispo de Roma… ello, vale decir, al margen la intensa campaña que a través de las redes sociales impulsan ex sacerdotes (frustrados en su pretensión de ser obispos) y/o ex seminaristas legios que, abusados injustamente en su inocencia por un hombre inescrupuloso como fue Marcial Maciel, e ignorados por años en su denuncias y demandas, aspiran a convertirse en arietes, jueces de la acción de la Iglesia y, más específicamente, de su jerarquía.
México, vale recordar entonces, semper fidele…
Asteriscos
* Oportuno sin duda, evidencia incuestionable del oficio político que ha caracterizado su retorno al primer nivel del poder, el comunicado distribuido ayer por la Presidencia para anunciar la estadía del presidente Enrique Peña Nieto en Roma, entre el 14 y el 18 de marzo, con la explícita intención de tomar parte en la misa solemne de inicio de pontificado del Papa 266 en la historia de la Iglesia.