Columna Geopolítica del 30 de mayo del 2018
Jorge Miguel Ramírez Pérez
Porque el error es que no los llamamos como son, en vez de decirles populistas y entrar en difíciles definiciones incomprensibles, debemos llamarlos como son: comunistas que quieren el cambio total, no solo del gobierno, sino del estado y de la misma sociedad.
Porque si algo parpa como pato, camina como pato y mueve la cola como pato, es un pato.
Y si alguien quiere el poder para transformar en su totalidad el estado y la sociedad con los argumentos del comunismo, adjudicarse la justicia y el perdón con un discurso comunista, si dice ser de izquierda y sus seguidores quieren aliarse con países comunistas y va radicalizando su postura siguiendo la ruta de un odio de clases, sencillamente es un comunista, aunque hable de la inexistente república amorosa.
¿O no sabías que son tan mentirosos que niegan ser comunistas? Porque no se necesita una credencial de comunista para serlo; ni se necesita conocer a fondo la ideología de Marx y Engels, o la de Lenin o Mao Zedong; basta la verborrea sembrada de la instrucción oficial, siempre enseñando que la violencia ha sacado al país adelante, para que muchos sin querer, lo acepten.
Libros de texto y profesores sindicalizados todos los días hacen de la apología a la violencia nacional, su razón de existencia. Al grado de nadie se da cuenta que ya lleva meses anunciando López Obrador la "cuarta transformación, que ya hace falta" -dice- "porque ya pasaron más de cien años de la revolución mexicana..."es decir, el dios de Morena, en sus enigmáticas palabras sibilinas, dice que promete un baño de sangre, porque según él, ya le toca a México.
Y en realidad sus ambiciones no las entienden sus seguidores, porque ni en su mente se atreven a completar sus frases cargadas de odio, de venganza y desunión que conducen hacia una opción fratricida.
A estas alturas la mayor parte de los obradoristas creen que lo que haga su líder, así sea los más atroz, será mejor que los malos gobiernos que se han sucedido en los últimos 18 años.
Es decir aceptan junto con Obrador que la democracia no vale la pena, que es lo peor, sin decirlo como su verdad, de manera oculta, como es su estilo, excluye en su censura, como si fueran gobiernos "buenos" los anteriores a la democracia; ataca a Salinas como excepción, pero jamás a Zedillo el autor de Fobaproa, a De la Madrid, a López Portillo y menos a Luis Echeverría.
Trata Obrador de vender que en el pasado las cosas manejadas de forma autoritaria, eran mejores. De hecho mucho se ha escrito de su defensa de la economía de Echeverría: me atrevo a decir que fui de los primeros en analizar sus seudo propuestas como un plan viejo, desfasado, centralista, sin innovaciones y circunscrito a reproducir un estatismo, que a estas alturas tiene como horizonte la utopía de un comunismo harapiento.
Lo que quería Obrador en una primera instancia era crear un clima de odio, que ya lo logró; sin que ninguna autoridad política o electoral siquiera intentaran detenerlo, para mantener el orden elemental que se necesita para ejercer el voto. De ahí, de esa debilidad de Peña como presidente, se deriva que Obrador cada vez más aflore el discurso comunista y desestabilizador; es decir, el discurso rabioso de la violencia como arma amenazante o manifiesta, para crear una era de terror, como la cruel e inhumana etapa que siguió a la toma de la Bastilla y al triunfo de los exaltados jacobinos en Francia. El terror llevó a la anarquía y de ahí al retorno de los autoritarismos.
El comunismo obradorista es un comunismo disfrazado de nacionalismo, un movimiento que como dice él Mesías bananero, "va a mantener el impulso" lógicamente hacia mayores odios.
En ese sentido, ya lo declaró Obrador "desde el primero de julio se va a empezar a gobernar", lo dijo, sí, ante los televidentes y nadie ni los comentaristas ante quienes hizo esa declaración se inmutaron, a nadie le cayó el veinte de que la toma de protesta sería meses adelante y que el mismo primero de julio la gente estaría votando. Un golpe de estado anunciado o presumido.
Espero equivocarme y que esta locura no se apodere de este país, pero llevo más de cincuenta años escuchando, viendo, estudiando y analizando el potencial dañino del comunismo. Sus candorosas utopías, que son sueños de opio, y sus miserias operativas inhumanas.
Para los comunistas la vida no vale, o son sangre que fertiliza la lucha para quitarles a los que tienen, o sangre para que las condiciones de la ira popular se reproduzcan.
En unos días, si no abres los ojos, vas a votar por una dictadura que te hará retroceder en tu vida, te hará miserable y lo peor, es, que al exterminar la democracia, muy difícil casi imposible, será la escapatoria.