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Catolico significa "universal" (2da. parte y ultima)

Jesús dio a su Iglesia la misión de proclamar esta buena noticia a todo el mundo y de hacer de esta hermosa visión de Dios, una realidad en nuestro mundo, comenzando en cada corazón humano.
Esa sigue siendo la misión de nuestra Iglesia y sigue siendo un llamado a la conversión para cada uno de nosotros. Este es el desafío de la nueva evangelización en un mundo que se ha vuelto “globalizado”. Pero antes que nada, este Evangelio es un desafío a nuestra conciencia. Estamos llamados a romper todas las barreras, ya sea que provengan de nuestro orgullo, racismo, o miedo, que nos impiden amarnos unos a otros como hermanos y hermanas.
De manera práctica, eso quiere decir que no podemos estar “atrapados” en nuestras propias comunidades. No podemos mirarnos a nosotros mismos como “católicos filipinos” o como “católicos hispanos” o católicos de este o de aquel vecindario o comunidad. Nuestras identidades étnicas y culturales son importantes para quienes somos y quien quiere Dios que seamos. Pero nuestra identidad en la fe nos llama a ser mucho más de lo que somos por la sangre.
Tenemos que recordar siempre aquella línea del principio del Evangelio de San Juan: “A todos los que creen en su nombre, les dio el poder de llegar a ser hijos de Dios. Ellos no nacieron de la sangre… sino que fueron engendrados por Dios”.
Ser católico significa entendernos a nosotros mismos como hijos e hijas –no solamente de nuestros padres terrenales, sino de Dios. Nuestra fe católica requiere que vayamos más allá de nuestros límites, más allá de nuestros antecedentes y nuestras maneras habituales de hacer las cosas.
Esto es lo que hace a nuestra Iglesia Católica tan hermosa. Todos tenemos mucho que compartir con nuestros hermanos y hermanas, y mucho que podemos aprender de ellos.
Tenemos que hacer de este proceso de compartir y aprender una prioridad y un hábito en nuestras parroquias y nuestros ministerios Arquidiocesanos. Un gesto sencillo puede llegar lejos. Podemos buscar maneras de orar y celebrar con nuestros hermanos católicos de diferentes orígenes y vecindarios. Podemos aprender de los santos y costumbres de los demás.
Oremos los unos por los otros, así como por nuestro país esta semana. Pidamos la gracia de conocer mejor a los demás y de amarlos como hermanos y hermanas.
Y pidamos a nuestra Madre María que nos ayude a comprender que el amor al cual somos llamados como católicos es un amor que no tiene fronteras.