Hasta ahora el Pacto por México se ha mantenido vigente y su funcionamiento se ha venido consolidando con una estructura operativa más robusta, y con la ratificación de su pertinencia por parte de los partidos políticos de oposición cuyos directivos asumieron el compromiso inicial, es decir el PRD y el PAN. Para el primer semestre del año se tienen programadas propuestas para 26 reformas y para la segunda mitad del año otras 29, de tal manera que el plan es sumamente ambicioso y acelerado.
Conforme vayan pasando las iniciativas al congreso y sean aprobadas, se podrá ir cambiando nuestro orden jurídico para lograr la continuación del proceso de la transición, en una perspectiva inédita, porque hemos sufrido un largo “impasse”, de casi veinte años, precisamente por la ausencia de acuerdos fundamentales entre los legisladores pertenecientes a los diversos partidos representados en las cámaras. La lista de las 55 reformas está publicada y en resumen muy apretado podemos decir que las relativas a la competencia y la competitividad económicas son siete, a la energía pertenecen seis, a la seguridad cinco, a la política ocho, a la seguridad social dos, a la educación cuatro, a la hacienda pública seis, además de otras diecisiete de diversas materias, todas ellas importantes. Como consecuencia de esta actividad febril se ha suscitado la esperanza, en la opinión pública, de lograr algunos de los cambios sustantivos que el país necesita. Y por contraste, del otro lado de la balanza, han emergido numerosas suspicacias que sin duda son explicables ante este experimento que, para tener éxito, deberá estar fundamentado en la superación de los intereses personales, partidistas y colectivos en función del bien general, del bien común.
Necesitamos una actitud responsable y virtuosamente magnánima que no hemos tenido durante años, ni en nuestra clase política ni en nuestras élites sociales e intelectuales. Ciertamente, desde hace varios lustros hemos venido fracasando como un país incapaz de plantearse un desarrollo futuro acorde a nuestras necesidades y posibilidades, concebido como una misión, como una tarea colectiva a la que todos aporten, atendiendo a un denominador común desde las diferentes posiciones políticas e ideológicas.
Las suspicacias son explicables porque como dice el refrán y dice bien “la mula no era arisca pero así la hicieron los palos”.
Los legisladores sintieron el riesgo de verse rebasados por el pacto y reducir su papel al de procesadores de las iniciativas nacidas de ese acuerdo. Alegaron la defensa de su propia agenda. Parece que la tensión fue mitigada mediante una visita del Presidente al Senado, donde, por cierto, se concentran los panistas que han criticado acerbamente a su presidente Gustavo Madero por su adhesión al pacto. Se cumplió con una foto de los legisladores con el Primer Mandatario, sonrientes, y con las obligadas protestas de respeto institucional para lograr acuerdos con los representantes populares, apoyando explícitamente el esfuerzo del pacto.