Enrique Peña Nieto cumplió sus primeros 100 días como presidente de México. Según el cristal con se mire, pueden ser muchos o pueden ser pocos. Pero nadie negará que han sido días particularmente intensos. Se ha comprobado que la política no es la simple aplicación de algunas teorías de moda, como algunos piensan.
Antes, mucho antes de lo previsto por él mismo, Marcelo Ebrard está de vuelta en la arena política… y, a juzgar por sus primeras apariciones públicas, lo está desde una posición más perredista y antipriista que nunca, tan opositor al gobierno en turno como en los primeros tiempos del calderonismo y, por si alguien lo puso en duda, con la mirada puesta en las presidenciales de 2018.
En los tiempos de la izquierda dura y sectaria —la verdad es que las cosas no han cambiado mucho— había una expresión que condensaba esa vocación atomizadora que le ha caracterizado casi siempre: el partido se fortalece depurándose. Esa depuración, un eufemismo de expulsión, significaba, a fin de cuentas, una permanente fragmentación que retroalimentaba ese espíritu de secta.
En las horas que han seguido a la muerte de Hugo Chávez, la descripción más precisa ha sido la del intelectual venezolano Moisés Naím: más que ninguna otra cosa, Chávez representó una oportunidad perdida para Venezuela. Lo primero que hay que tener claro es que Chávez no surgió de la nada.