Walter Curia (Clarín/Argentina)
La tentación es grande, pero el voto en la Antártida y los Qom se los dejamos a la columna de Alejandro Borenstein, quien les va a dar un tratamiento apropiado (y ojo, Borenstein es uno de los más finos analistas de la época, y así será recordado entre otras virtudes). Aquí conviene detenerse en otras consideraciones del discurso de la Presidenta en Tecnópolis, rodeada ayer de una asistencia perfecta de gobernadores y funcionarios tan responsables como ella de la deriva actual de la Argentina.
El resentimiento una vez más habrá llevado a la Presidenta a descalificar el voto esquivo con una sentencia falsamente piadosa: “La gente no tiene la culpa; se dan cuenta tarde”, expresión que podría traducirse en un pobres, no saben lo que hacen.
La frase está impregnada de un desprecio que ya no sorprende en el discurso de una mujer que ejerce la Presidencia como si fuera parte de una facción. Lo que de verdad desconcierta es el destinatario, el pueblo, y que ese desprecio haya sido hecho público. Aún se recuerda la reacción en Olivos ante la derrota en el Congreso por el conflicto por el campo: “Este país no nos merece”, se dijo allí en privado, en medio de una fantasía de fuga. Todavía vivía Kirchner.
No hace falta profundizar demasiado en el mensaje de Cristina Kirchner para concluir que el desconcierto que provocó la derrota electoral en la Presidenta es de igual naturaleza que el que muestra ante los problemas que plantea a diario el ejercicio del gobierno. Incomprensión, diagnóstico equivocado, tratamiento equivocado, fracaso, enojo, búsqueda de responsables. En ambos casos lo que subyace es la falta de capacidad individual y colectiva, una cuestión no menor y que explica en buena parte el voto que castigó al Gobierno.
La Presidenta concedió ayer que el Gobierno corregiría errores porque no está hecho de tontos y obcecados. Sus palabras y sus actos no transmiten esa amplitud, pero imaginemos que sí. Cristina desafió a las centrales empresarias y del trabajo a debatir el rumbo. La calificación de sus adversarios como suplentes o empleados es menos grave que lo que plantea como concepto la oferta de la Presidenta: contra lo que se pregona, la discusión con otras fuerzas recién legitimadas por el voto es algo secundario y la negociación no es entre pares sino mano a mano con las corporaciones, las odiadas corporaciones. La política, subalterna.
Plantear lo que se hubiera deseado del mensaje de un jefe de Estado después de una derrota electoral al promediar su último mandato parece un ejercicio inútil en este contexto.
¡Oír es la función del oído pero escuchar es la intención del oyente! No se trata de una
escucha cualquiera sino un “abrir el oído” como hace quien está profundamente interesado o
quien no puede permitirse perder una palabra, una señal o un gesto de la persona amada;
escucha a su amado el que ama ávidamente, por eso la fe que escucha es una respuesta al
amor de Dios AMOR QUE SE COMUNICA Y SALVA.
La Jornada Mundial de la Juventud es un acontecimiento que invariablemente ha reunido a multitudes ingentes de jóvenes, desde su creación
por el Papa Juan Pablo II, quien replicó la que, en su tiempo, fue realizada por Paulo VI. Su importancia sociológica y religiosa es indiscutible.
Luego de que Alternativa Democrática Nacional le negara su apoyo, Marcelo Ebrard Causabon quedó eliminado como aspirante a
presidir el PRD nacional, toda vez que no tiene la fuerza ni para obtener una cartera de segunda en el partido.