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Insultos a los diputados

congresosin-insultosPedro de Legarreta

El desprestigio de la clase política se ha vuelto un lugar común, todos los analistas y líderes de opinión lo sacan a relucir cada vez que es necesario explicar el rechazo de la sociedad por sus dirigentes políticos.

Sin embargo este lugar común es un verdadero problema social y político; las recientes diferencias que han surgido en la sociedad sinaloense por la Ley de los Derechos de los Niños, las Niñas y los Adolescentes ha llevado a que algunos extremistas insulten y hasta amenacen a los diputados del Congreso Local, al menos eso es lo que los mismos funcionarios dicen y yo no tengo una razón para dudar de sus dichos.

La descalificación por el enojo y la diferencia no conduce a nada, mucho menos el insulto y la amenaza. En una democracia las diferencias de opinión son el pan nuestro de cada día, pero solo el diálogo entre las partes, con respeto y tolerancia, puede lograr el acuerdo benéfico para la sociedad en su conjunto.

Quemar en leña verde a los diputados por impulsar leyes que no son de nuestro agrado, o incluso por realizar acciones que consideramos deleznables para un servidor público atenta contra la democracia, contribuye a incrementar el clima de violencia que padece la sociedad y termina por distanciar más a quienes por vocación deberían estar al servicio de sus compatriotas.

Sin duda la Ley de Derechos de los Niños, las Niñas y los Adolescentes toca fibras muy sensibles de las personas: la familia. Hay quienes nos sentimos obligados a exigir que la legislación se modifique, es nuestro derecho, pero de ninguna manera podemos permitir, y mucho menos promover, que las autoridades legítimamente constituidas para brindarnos esas leyes sean atacadas en su integridad y bienestar; sobre todo, porque eso mismo es lo que sostenemos que están haciendo con nosotros al promulgar o promover leyes que nos laceran.

En una democracia, insisto, solo el diálogo paciente, tolerante, profundo y respetuoso tiene cabida. Los argumentos de la razón y no los de la fuerza son los que han de prevalecer.

Los insultos no deben permitirse, ni por un lado, ni por el otro… eso solo descalifica a quien lo emplea… tampoco se vale colgar milagros y fabricar pruebas con ese objetivo.