Bernardo Ardavín Migoni
Nuestra reciente evolución política también está ligada al fenómeno de la “partidocracia”, al que hemos llegado en un exceso de consideraciones a instituciones que antes no tenían peso político real. Lo que para la Oposición era prácticamente un sacrificio de entrega generosa, para poner en juego sus doctrinas e ideologías, se ha convertido en la búsqueda febril, por parte de las burocracias partidistas, del control de la institución y, desde luego, de los privilegios anejos al monopolio que les concedió la ley para proponer candidatos ---situación, por cierto, que pareciera tener un quiebre con la aparición de las candidaturas llamadas “independientes” o “ciudadanas” que, teóricamente, surgen al margen de las estructuras partidistas---.
La escisión provocada por AMLO
Parte sustantiva de la crisis del PRD es la escisión de Andrés Manuel López Obrador, quien se retiró para fundar su partido, MORENA, que demostró su fuerza al lograr dividir, prácticamente en dos, al principal bastión de la “izquierda”, la Ciudad de México, donde el tabasqueño obtuvo para la Asamblea Legislativa más diputaciones que el PRD. Fue un cambio dramático porque los perredistas habían controlado de manera continua, con amplio margen, la mayoría de ese cuerpo legislativo.
Necesitamos una Oposición fuerte
Para continuar nuestro proceso de transición hacia un mejor sistema político, necesitamos que la vuelta del PRI a la Presidencia sea un movimiento más, de carácter natural, del fenómeno de la alternancia propio de la democracia, y no una vuelta, una regresión, hacia una forma más sofisticada y “moderna” del antiguo sistema político mexicano con sus lacras del autoritarismo, corporativismo y corrupción impune.
Para ello, requerimos una Oposición fuerte. Y, por ende, la suerte del PRD y del PAN es un tema importante para todos.
¿Qué debemos hacer?
Ciertamente, necesitamos una participación más intensa y organizada de la sociedad en los procesos políticos del país, sin la cual la democracia es una utopía.
Pero la sociedad civil no puede sustituir el rol de los partidos, en una democracia liberal como la que se pretende en la transición política de México. Por ello, como parte de la acción de la ciudadanía está la exigencia a las instituciones políticas para que cumplan con su cometido, por encima de los intereses personales, de grupo o de partido, coadyuvando, de manera efectiva, a la consecución del bien común.
El proceso debe culminar en un nuevo sistema político con un gobierno fuerte que actúe sujetándose estrictamente a la ley, en donde los partidos tengan una representación legítima y auténtica de una parte de la ciudadanía, a la que no puedan manipular y sustituir porque asuma su propia responsabilidad mediante una participación dinámica y comprometida.