Este fin de semana el PRI llevó a cabo su XXI Asamblea Nacional Ordinaria, con motivo del 84° aniversario de la fundación del PNR-PRM-PRI. El Presidente de la República, Enrique Peña Nieto, felicitó a sus correligionarios por echar abajo “candados obsoletos” y llamó a la militancia a trabajar por la nación para demostrar que son una “nueva generación” de priistas. Vincula el éxito de su partido, al éxito de México y señala que no habrá intereses intocables, más allá del interés nacional. Con una oratoria clásica de estos eventos, logró despertar aplausos sinceros del priismo de a pie, respaldado, por supuesto, por toda la cúpula en el mismo templete. Llama la atención que lo que hoy son candados obsoletos y compromiso por el éxito de México, hace un año, en plena campaña, eran situaciones que requerían análisis y para las que no existía ninguna prisa, así postergaron la reforma laboral para después del triunfo electoral, no fuera que el éxito de México se transformara en éxito del otro partido. Pero lo más interesante del discurso es cómo Peña Nieto se concibe a sí mismo en la presidencia, dice literalmente que considera un gran honor “encabezar las instituciones”; hay que leer con claridad lo que esto significa, Peña no encabeza únicamente al poder ejecutivo federal, sino, como en la tradición priista sempiterna, encabeza todas las instituciones nacionales, sin importar si estas son autónomas, Poderes Soberanos o instituciones ciudadanizadas. Al decir que él encabeza las instituciones, quiere decir que él manda en todos los ámbitos de la vida política del país, en la elaboración de leyes y en la custodia de las mismas también. En ningún momento acotó las instituciones a las que encabeza, al señalar las instituciones, habla de manera general por todas; así como hace 84 años se transitó de un país de caudillos a un país de instituciones, encabezadas por un solo caudillo, el Presidente de la República. ¡Cuidado!