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La crisis de los partidos políticos

Pedro de Legarreta Lores

crisis-partidos2Es un lugar común hablar de la crisis de los partidos políticos, y sin embargo, no por eso deja de ser menos cierta. Pero hay que entender bien este fenómeno, que se deriva de dos circunstancias diversas: por una parte la falta de representatividad al perderse un referente ideológico tanto en la sociedad como en los mismos partidos y por otra una actuación indigna de los personajes electos que desemboca en desprestigio del instituto político.

En el siglo XX era poco frecuente que una persona cambiara de un partido político a otro, a menos que esto fuera debido a una escisión de partidos, muy clásico en los partidos especialmente de izquierda, que se han distinguido por tener múltiples manifestaciones y grados de radicalismo político y social. Pero aún era muy difícil hacer cambiar el voto de un ciudadano una vez que este se identificaba en su pensamiento con las propuestas de los partidos políticos. El PRI se identificaba por el Nacionalismo Revolucionario y la defensa de la soberanía nacional, el PAN por la defensa de la democracia y la lucha contra la corrupción y los partidos de izquierda por su defensa de los oprimidos y la exaltación de la lucha de clases; hoy en día, aunque estos términos siguen existiendo en sus declaraciones de principios, al ciudadano le cuesta trabajo identificarlos o distinguir la propuesta de uno y otro, que proponen, básicamente, eficiencia en el uso de los recursos públicos, construcción de infraestructura, creación de empleos, impulso a la seguridad pública y cuidado del medio ambiente… en todos los partidos durante las campañas encontraremos estas propuestas y no se hablará del sustento ideológico que sirve de fundamento para realizar esta acción, porque la teoría política hoy, dice que el elector es un homo videns y quiere propuestas de orden práctico, y al difundir esto en los medios de comunicación, difícilmente se tiene el espacio para sostener argumentos profundos.

La otra parte de la crisis, que tiene que ver con el desempeño de las personas electas, está directamente relacionada con el sentido que tiene hoy el poder, y para qué se quiere. Es un paradigma de nuestra sociedad que el éxito personal se refleja en los ingresos económicos y el nivel de vida de la persona y su familia; independientemente de la veracidad de esta afirmación, los modelos presentados, particularmente por la televisión, pero también en los libros, revistas, etcétera, nos empujan en esa dirección. El servidor público, aún en los niveles más altos, no tiene salarios equiparables a los que corresponderían a los altos directivos de las corporaciones, que en muchas ocasiones son con quienes tienen que convivir, tratar, negociar e incluso buscar apoyos para futuras campañas políticas. Por ello, además de incrementar de manera totalmente desproporcionada los ingresos de diputados y senadores y altos funcionarios del ejecutivo, la corrupción ha sido un mecanismo al que el “servidor público” recurre con frecuencia para alcanzar el “éxito” económico, dejando a la sociedad con un mal sabor de boca, en el mejor de los casos, y robándole los recursos para los servicios y programas a que tiene derecho en el peor.

Ante esta situación hoy surgen como una opción las candidaturas independientes, pero es claro que ambas circunstancias podrán estar presentes en cualquiera de ellos, no son , a fin de cuentas, más que fruto de nuestra sociedad, misma que dio luz a los partidos.