Pedro de Legarreta Lores
Los derechos humanos son derechos inherentes a todos los seres humanos, sin distinción alguna de nacionalidad, lugar de residencia, sexo, origen nacional o étnico, color, religión, lengua, o cualquier otra condición. Todos tenemos los mismos derechos humanos, sin discriminación alguna. Estos derechos son interrelacionados, interdependientes e indivisibles.
Ahora, bajo el pretexto de los derechos humanos, todos exigen que se les cumpla todos y cada uno de sus caprichos. El último es el de la legalización de las drogas para uso lúdico; y si esto fuera así, también sería un derecho humano emborracharse cuando uno lo decidiera, sin importar que se estuviera conduciendo, o fumarse todos los cigarros que uno desee en el restaurante o la oficina, y nadie lo podría impedir, porque esto sería un derecho humano.
La realidad es que los derechos humanos son muy pocos: derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su persona; al reconocimiento de su personalidad jurídica; a igual protección de la ley; a que se presuma la inocencia de toda persona detenida mientras no se pruebe su culpabilidad; toda persona tiene derecho a una nacionalidad; a no ser objeto de injerencias arbitrarias en su vida privada, su familia, su domicilio o su correspondencia, ni de ataques a su honra o a su reputación; a la propiedad, individual y colectivamente; a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión; a la libertad de opinión y de expresión; a la libertad de reunión y de asociación pacíficas; a la seguridad social… estos, y algunos otros, están incluidos en la declaración universal de los derechos humanos, ¿alguna interpretación puede llevar a concluir que se tiene el derecho a perder la conciencia?
Los derechos humanos buscan la plena realización de las personas, no su enajenación, por tanto es importante que no sea por este camino que se llegue a una legalización de las drogas.
Por otra parte, el Estado tiene la responsabilidad de brindar a sus ciudadanos las oportunidades para el mejor desarrollo de la sociedad. Si los adultos, de manera libre, deciden consumir un producto que los enajena, este es su problema; el gobierno deberá buscar las alternativas para que la comercialización y producción de estos satisfactores (alcohol, tabaco o cualquier otro tipo de droga) no genere corrupción en la sociedad y las autoridades, y también deberá reglamentar este consumo para que no cause problemas sociales, accidentes o cualquier otro tipo de problemas, lo que se dificulta si es clasificado como un derecho humano.
La discusión sobre la producción, comercialización y consumo de drogas en nuestro país es un tema de mucha relevancia, en el que las dudas, diferencias y desacuerdos sin duda abundarán, pero que hoy más que nunca es indispensable desarrollar para lograr abatir los elevados índices de violencia y corrupción que nos abruman. Llegar a una solución no será fácil, requiere de imaginación y generosidad de las partes, pero de ninguna manera puede ser una carta blanca para el consumo de quien así lo desee sin ningún tipo de condiciones.