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Dinero, fama y poder

dinero poderOscar Fidencio Ibáñez

Muchos se quedaron a dormir en el lugar desde la noche anterior, cientos de miles caminaron en una especie de peregrinación para llegar al lugar de la misa del Papa Francisco en Ecatepec, Estado de México; soportaron el polvo y el sol inclemente en un ambiente verdaderamente cuaresmal, la expectativa por escuchar al misionero de misericordia se podía percibir en el ambiente.

El Papa hizo una homilía que pudo haber predicado en Roma, o en cualquier parte del mundo, su mensaje cristiano universal puso el énfasis en el tiempo de la Cuaresma, en el llamado a la conversión, no sólo a los mexicanos, sino a toda la humanidad, y reflexionó sobre las tentaciones del demonio a Jesucristo.

El Pastor católico plantea dos preguntas centrales para invitarnos a la conversión:

"¿Hasta dónde nos hemos habituado a un estilo de vida que piensa que en la riqueza, en la vanidad y en el orgullo está la fuente y la fuerza de la vida?
¿Hasta dónde creemos que el cuidado del otro, nuestra preocupación y ocupación por el pan, el nombre y la dignidad de los demás son fuente de alegría y esperanza?"

Hay muchas maneras de buscar aplicaciones prácticas a estas preguntas. Por ejemplo, las campañas electorales son, entre otras cosas, un escenario donde se debaten estas tentaciones. Aunque muchas personas opinan que no se deben mezclar la política y la religión, esta reflexión es una muestra de cómo la religión puede orientar actitudes y decisiones para mejorar la convivencia a través de la política.

La búsqueda del poder –que se consigue hoy aparentemente sólo a partir de la fama y el dinero– contrasta con los objetivos que debe buscar el gobierno, esto es, servir para proteger el nombre y la dignidad de los demás, y asegurarse de que a nadie le falte el pan.

Existen personas y empresas que apoyan con dinero campañas políticas con el objetivo de obtener beneficios ilegítimos por parte de los candidatos convertidos en gobernantes, y quienes ceden a esta mecánica de acceso al poder restringen su libertad para tomar decisiones a favor del bien común, y terminan sirviendo a intereses particulares afectando a todos, pero de manera especial a quienes más necesitan de un buen gobierno.

La vanidad que se cultiva a partir de denostar o difamar a los demás va construyendo una imagen ficticia que se "vende" a las audiencias, no por sus cualidades, sino por tener menos defectos que los demás, llegando al absurdo de que el elector sólo puede elegir por imagen y mercadotecnia, en lugar de considerar las virtudes –pocas o muchas– de los distintos candidatos, y también estimula la división de la sociedad, por el afán de evidenciar al adversario.

Finalmente, cuando la mentira, la corrupción, el fraude, la manipulación son los elementos esenciales para ganar una elección, lo que menos importa es la dignidad de los electores, que es a quienes van a servir las autoridades electas. Hay pues una grave tentación de acceder al poder pasando sobre la dignidad de los demás, e incluso se considera que es necesario hacerlo así para poder gobernar.

Ninguna de estas deformaciones de la política beneficia a la comunidad, sino a quienes tienen dinero y no les importa los medios para tener más a costa de otros; y también beneficia a los políticos empeñados en obtener poder a cualquier costo, en lugar de ver por las necesidades y el servicio a los demás. Es necesario cuestionar y oponerse a esa lógica que genera injusticia, violencia y pobreza.

El Papa advirtió que no hay que dialogar con el demonio, porque el demonio siempre gana. Frente a la tentación hay que decidir. Un cínico diría que la manera de vencer a la tentación es caer en ella; quizá por ello existe tanto cinismo en muchas autoridades y líderes de la sociedad. Sin embargo, luchar contra la tentación implica un proceso de conversión que lleve a manifestar la misericordia y la ternura del Padre hacia los demás, significa afirmar: "Tú eres mi Dios y en ti confío".

Las campañas electorales se desarrollarán en el periodo de Pascua, un tiempo especial para dar testimonio de la fuerza de la resurrección y de la verdad del Evangelio por parte de los cristianos, y para todo ciudadano es un tiempo para experimentar que el poder del servicio, del respeto y el compromiso por los demás, son más útiles al bien común, que dejarse llevar por la tentación del dinero, la fama y el poder.