La necesidad de cambio que demandó el país en las décadas de los 80’s y 90’s, desembocó en la alternancia de la Presidencia de la República en el año 2000, vinieron 12 años de gobiernos panistas en que se hicieron cosas interesantes, pero la percepción mayoritaria es de que se quedó a deber. En la tradición caciquil mexicana, donde ha costado mucho aceptar el que no seamos un imperio, se espera que el presidente de la república sea omnipotente, pero la realidad es que los múltiples actores políticos y sociales que ejercen el poder en México, si no se vive bajo una tiranía autoritaria, implica que, sin el apoyo social, el presidente haga poco. Además, el presidente tiene, para realizar su trabajo, una enorme estructura burocrática que es a fin de cuentas la que opera las acciones de gobierno. Pues en estos doce años poco se hizo por remodelar esas estructuras, las cuales además permanecieron, en el nivel operativo, bajo la tutela del PRI, al pertenecer los sindicatos a la estructura partidista a través de la FTSE que dirige Joel Ortega. Adicionalmente, el PAN recibió en sus filas a todos los busca chambas oportunistas que se quedaron sin empleo al salir el Revolucionario Institucional de Los Pinos. Pero, ¿para que hacer esta reflexión a estas alturas, cuando Acción Nacional ha dejado de ser gobierno?, el asunto es que en los estados ocurre lo mismo, no solo con el PAN, sino también con el PRD. El PRI ha demostrado que es capaz de replicarse a sí mismo en otros partidos políticos, y estos aún no caen en la cuenta que al final no es otra cosa que el Caballo de Troya que le permitirá al octogenario que se niega a cambiar o a morir, a volver a constituirse en partido único en nuestro país, porque los otros son incapaces de gobernar, o así lo hacen ver quienes, por su inocencia, los infiltran en cada oportunidad de gobierno que tienen.