La Semana Santa, conocida también como Semana Mayor, es la más grande festividad católica ya que conmemora la pasión, muerte y resurrección de Nuestro Señor Jesucristo, quien se ofrece como holocausto al Padre en satisfacción por los pecados de cada uno de nosotros y nos convierte en hijos adoptivos y herederos de Su gloria…
Este es el motivo por el cuál, desde los tiempos de Benito Juárez, se ha dado la Semana Santa como período de descanso aún en los gobiernos más revolucionarios y anticlericales, no tanto para poder ir a la playa a descansar o para hacer recorridos culturales por ciudades coloniales o comerciales, sino para tener ese tiempo tan necesario para el encuentro personal con Dios. En ese sentido, la Iglesia, a través de los obispos ha hecho un llamado en los últimos días para evitar los excesos, buscar la reflexión y construir la paz que tanto estamos necesitando en nuestra vida cotidiana. Especial atención necesita la juventud, que tiene tantos distractores en un mundo materialista y hedonista, donde la necesidad de tener posesiones materiales y placeres carnales pareciera la norma correcta y adecuada, lo que genera una mayor distorsión del significado de la vida y conduce necesariamente a la violencia. Busquemos los espacios adecuados para que, quienes seamos creyentes, vivamos estos días en presencia del Rey de la Paz. Esta es la reflexión que el año pasado se hacía en este espacio, no está de más repetirla. Las condiciones en nuestro país y en nosotros mismos prácticamente no han cambiado, los llamados de los obispos y del nuevo Papa, siguen en este mismo sentido. Ya es bastante agitado el mundo en que vivimos como para desperdiciar este espacio tan preciado por todos de calma y paz, reflexionemos sobre lo que tenemos que hacer para ser mejores personas, ningún mal nos puede hacer eso.