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InicioEN LA OPINION DE:Soñar el México que nuestros hijos se merecen

Soñar el México que nuestros hijos se merecen

soñar-mexicoOscar Fidencio Ibáñez

Habíamos sido invitados al encuentro del Papa con el mundo del trabajo en el gimnasio del Colegio de Bachilleres en Ciudad Juárez. La amabilidad, la sonrisa y la palabra de aliento de la gente en las vallas al recibirnos era increíble; la alegría y expectación iba en aumento. Ya adentro, las porras, las imágenes en las pantallas de los presos y de Francisco en la cárcel, la oración y la reflexión nos preparaban para su llegada al lugar.

En cada evento del Papa en México hubo mensajes de políticos, familias, obispos, y jóvenes que abrían el espacio para un verdadero encuentro, para un diálogo que puso en contexto cada mensaje durante su viaje pastoral. En esta ocasión hablaron una madre trabajadora de una empresa maquiladora, y el dirigente de los empresarios en el país. En esta reflexión me concentro en el intercambio entre la trabajadora y el Papa.

La imagen de la señora flanqueada por su pequeño hijo y su esposo que llevaba en brazos a su hija, nos dijo muchas cosas ya antes de empezar a hablar. Y fue precisamente de la familia de lo que habló, de las familias en un contexto de violencia social, de las familias en un contexto de relaciones laborales injustas, donde los padres no cuentan con el tiempo suficiente para atender a los hijos.
El mensaje de Daisy Flores fue al mismo tiempo una denuncia y una propuesta de reconstrucción social desde las familias, con la colaboración de las iglesias, las escuelas, las empresas y el gobierno. Vale la pena escucharla y leer con calma ese mensaje que se puede convertir en una agenda de trabajo para mejorar las comunidades.

El diagnóstico de la realidad que presentó al Papa: "Hoy quisiéramos compartirle que en esta frontera la situación económica y los roles de trabajo que nos toca desempeñar, hacen cada vez más difícil la convivencia de la familia y el verdadero cuidado y atención a los hijos. Vivimos un desgaste desproporcionado en el mundo laboral. Esto dificulta seriamente atender a nuestros hijos y nuestro crecimiento personal y familiar. Creemos que la decadencia y el conflicto de valores en nuestra sociedad, surge, en parte, por una ausencia de los padres en el hogar".

Y luego esbozó una propuesta de solución: "Cada casa, cada familia, debería ser una escuela de humanidad, en donde se aprenden las cuestiones esenciales: la solidaridad, el aprecio, el cuidado de unos por otros, el respeto, la dignidad humana. Sin embargo, en esta ciudad y en muchas otras, nuestras colonias y barrios se han convertido en ciudades dormitorio".

Y finalmente también ofreció un compromiso: "Queremos paz, salarios dignos, jornadas laborales de ocho horas para dedicar más tiempo a la familia. A cambio nos comprometemos a no seguir descuidando los valores, el amor y la formación de nuestros hijos en todos los aspectos y a seguir participando, tanto como nos sea posible, en iniciativas de bien común, de cohesión y diálogo social".

El Papa respondió a este mensaje con una invitación: "Quiero invitarlos a soñar, a soñar en un México donde el papá pueda tener tiempo para jugar con su hijo, donde la mamá pueda tener tiempo para jugar con sus hijos. Y eso lo van a lograr dialogando, confrontando, negociando, perdiendo para que ganen todos. Los invito a soñar el México que sus hijos se merecen".

El Papa Francisco en su peregrinar nos permitió expresar y reconocer nuestra realidad y al mismo tiempo nos animó a transformarla: "Sé que lo planteado no es fácil, pero sé también que es peor dejar el futuro en manos de la corrupción, del salvajismo y de la falta de equidad." Los laicos, trabajadores, padres de familia, empresarios y autoridades "debemos intentar una nueva sociedad, una nueva forma de ver la vida y de relacionarnos" para poder lograr el México que nuestros hijos se merecen.